martes, 2 de abril de 2013

Kolominoides


Él estaba bastante ebrio, con la mejilla sobre la plana superficie de la mesa, pero igual los escuchaba departir y discutir sobre cualquier trivialidad que se les ocurría. El alto y de barbilla deformada decía que ya no hacían poemas como los que a él le gustaban; el Filipino con acento inglés y gruesos bigotes rubios contestaba que el último libro de poesía que había adquirido era una basura, con excepción de unos versillos que hablaban sobre los curiosos Kolominoides.
¿Qué era eso?, preguntaban, mientras a él le importaban un bledo. Lo único que quería realmente era que lo llevaran a casa o al mingitorio más cercano para deshacerse decorosamente de todo lo que pugnaba por abandonar su cuerpo.
Cada vez que sus párpados comenzaban a cerrarse, algún voluntarioso y acomedido le propinaba un codazo en su costado, generando con ello risas y más sacudidas de las que normalmente aceptaría en una situación como en la que estaba. Él abría los ojos de nuevo e irremediablemente escuchaba una nueva alegata de parte de sus carismáticos compañeros.

"Los Kolominoides son esas esferas felpudas que usan en su vestimenta los habitantes de la región Otejí, quienes entre más prominentes y respetados son, más grande y elaborada resulta la esfera" - Decía el Filipino. El poema estaba bastante fumado; tal y como estaba él: bastante fumado y bastante tomado. Lo bueno fue que no tuvo que escucharlo completo; lo despertaron de nuevo cuando ya estaban discutiendo sobre si tenía mensaje o no; sobre si tenía sentido para unos o para otros, o sobre quién pagaría la última ronda antes de partir...Le daba lo mismo. Él ya estaba más en calidad de "bulto" que otra cosa.

- Si de poemas o historias fumadas hablamos, deberías leer a...a Alfonso...Alfonso...Chingado!, se me olvidó su apellido...
- Yo digo que no hay nada mejor que los clásicos, mi hermano. Ahí no le fallas!
- Déjenme les digo lo que...<hic>...lo que pasó una vez en casa del Arturo. ¿O ya les dije de esa vez que le llevaron un travesti?
- Migue!, ¿sí me vas a hacer el paro, verdad?...Chido, wey!
- A ver, dejen que cuente lo del travesti y el Arturo!

Arturo...Él sabía que tenía un nombre, pero...¿Era Arturo?...¿Cómo diablos se llamaba él?...¿Y qué carajos decían sobre un travesti? Nada tenía sentido ya. La conciencia iba y venía; como en una especie de "falso contacto". Sólo cuando le movían al "cablecito", lograba pescar dos o tres frases, no más. Él tenía que armar el 98% de la conversación para luego darse cuenta que ese tema ya se había agotado y que ahora platicaban de algo totalmente distinto. Que desagradable quedarse siempre con algo que quieres decir, pero sin poder decirlo porque si lo haces quedas como un tonto; porque lo debiste decir en el momento...No antes, no después.

¿Pero cuál era el problema con Arturo?...¿Estaba seguro que no hablaban de él?, ¿y quién era el travesti Migue? Ahí había muchos huecos que rellenar; pero de alguna forma temía encajar mal las piezas de ese aburrido rompecabezas. Por supuesto que no debía importarle, pero...Ahí estaba. Esa sensación incomoda que te recorre la espina dorsal como un orgulloso jinete apocalíptico sembrando el terror y la confusión allá por donde pasa. Así él pensaba por instantes, ¿están hablando de mi?...¿debería participar ahora?...¿por qué diablos no me llevan al baño, como les he pedido?

- El wey no sabía que era travesti!, hubieran visto su cara, ja ja ja...
- Ja, ja, ja...Qué oso!!!

Boom...Boom...Las sienes comenzaron a latirle, a punzarle con fuerza; la boca comenzó a llenarsele de un desagradable regusto a fierro oxidado. Abrió los ojos e hizo un esfuerzo por enfocar con claridad. No tuvo éxito; todo se movía y las formas y colores se mezclaban unos con otros. Las voces que escuchaba...Parecían flotar aleatoriamente y luego dar vueltas alrededor de él.
Ahora era el momento; lo sabía. Tenía que resucitar y salir en su propia defensa...Claro, si su nombre era Arturo, después de todo...

- ¡Esas son idioteces! - se irguió diciendo - Yo no conozco a ningún...travesti Migue!, ni nunca le he besado los...los Kolominoides!...

Fue entonces cuando explotó; cuando sintió liberar todo lo que tenía en su interior. Había dicho lo que tenía que decir; con convicción y seguridad. Él no era un tipo que permitiera que hablaran mal de él mismo...No así, por lo menos.
Pero a medida que fue sintiéndose vacío...Su conciencia también se fue haciendo más y más delgada, hasta que irremediablemente se fue...Se esfumó.

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