miércoles, 4 de enero de 2017

La Bebida de los Hombres - Parte 4

Margarita no podía terminarse su atole…Tenía el gusto muy amargo y no sabía por qué. Quizá ya no tenía apetito por algo caliente. Su mirada se perdía en la lejanía por sobre los verdes cultivos de maíz; obstinada en reconocer algo que sus ojos no podían distinguir del todo, o bien, tratando de ver para ella y su familia un lugar más allá del Valle de San Jacinto donde pudieran vivir sanos y salvos; donde pudieran tener un futuro que consistiera digamos de por lo menos algunos cuantos mañanas y atardeceres…Pero la pobre no contaba con tales habilidades.

Su esposo Felipe se había dado cuenta del estado en que se encontraba. No hallaba palabras que pudieran reconfortarla y disuadirla de lo que ella quería hacer.
El Padre de Margarita, Don Feliciano, trabajaba con velocidad limpiando las mazorcas recién cosechadas. Sus manos temblorosas y entradas en años no parecían padecer de la rutinaria tarea, y su ánimo parecía no corresponder con la situación que se vivía en el pueblo y en el seno de su propia familia.
Su boca arrugada mostraba apenas unos cuantos dientes prietos pero eso no le impedía sonreír a medida que iba desgranando las historias que más le gustaban. A él poco le importaba que todo mundo las conociera de memoria. Sentía que era un deber suyo, el proveer un poco de alegría y desfachatez mediante esas andanzas jocosas de las cuales se jactaba que había participado; milenios atrás, cuando la Luna era más grande y los campos más verdes - decía él.