Caminando una vez por la playa de Palm Coast, me encontré con esta chica solitaria, sentada directamente sobre la arena, con la vista puesta en el azul cobalto del Atlántico. Su ondulante cabello castaño me impedía ver su rostro con claridad, desde donde yo estaba. Pero sí distinguía unas coloridas sandalias que hacían juego con unos sencillos pantalones cortos y un abrigo regular.
Sin embargo, lo que me llamó la atención no era el hecho mismo de encontrarse sola, en la playa…Sino el escucharla hablar, aparentemente con alguien más; alguien que no existía…Por lo menos no en los alrededores.
Decidido a saber de ella y sobre lo peculiar de su situación, dejé mi calzado en la orilla del andador y comencé a caminar descalzo sobre la arena en su dirección. La saludé y ella se giró hacia mi. Me saludó cortésmente al tiempo que me dedicaba una sonrisa gentil.
Me di cuenta de inmediato que no contaba con un dispositivo manos libres, audífonos o algún teléfono a la mano.
Sin rodeos, le comenté que me parecía muy sola, pero que me parecía aún más extraño que hablara con alguien; y que perdonara la curiosidad de un entrometido como yo. Y ahora que lo pienso, cualquiera me hubiera podido mandar al diablo…Hasta yo lo haría.