jueves, 5 de octubre de 2017

Lucio

Tantos rostros que vio esa mañana.
Llovió un poco, pero fue tan solo una media hora.
Le dio gusto haberse animado a salir a la calle, aún con el clima en contra.
Y al parecer lo mismo pensó toda esa gente que recorrió, junto con él, las baldosas mojadas del centro de la ciudad; admirando las palomas que se posaban sobre la efigie del liberador o sobre la fuente municipal, al igual que los niños de nadie.

Augusta vendía ya su acostumbrada mercancía de plástico de colores vivos; todos aquellos pollitos falsos que él no entendía por qué gustaban tanto, o aquellos aviones con hélices que  las criaturas siempre lanzaban al viento pero que al instante se desplomaban. Le maravillaba que a aquellos niños no les importara y que de cualquier forma volvieran a intentarlo, y que sobrevolaran las varas secas de las macetas de ornato, simulando una riesgosa misión suicida en la que el piloto debía de acercarse peligrosamente a las copas de los árboles.

La luz roja lo detuvo unos instantes y el suave y delicioso aroma de la cocina del restaurante lo transportó a un escenario delirante pero imposible. Curioso que pudiera imaginar situaciones tan fantásticas como verse a él mismo sentado en un lugar como esos; vestido de ropas finas y aseado de forma impecable; leyendo el diario de la mañana despreocupadamente. ¿Cómo es que podía siquiera imaginarlo?
Uno que otro comensal lo veía al pasar, pero al instante miraban hacia otra parte, o volvían la vista hacia su acompañante. Nadie lo conocía, y él no conocía a nadie. Todos esos rostros nuevos jamás se repetían.

Fidel pregonaba en su esquina de costumbre; los viejos compartían banca y alimentaban a las aves, aunque uno de ellos se había sentado sin haber limpiado antes la banca.
Era demasiado fácil distraerse con tanta vida y tantos eventos pasando al mismo tiempo.
Vivir la vida de los demás era tan fácil…Era mejor que vivir la vida propia.
A todos les iba mejor que a él; o eso le parecía, cada vez que salía a las calles…
¿Fidel tenía una casa a la cual se retiraba a descansar luego de una mañana entera de vender lo que fuera que estuviera vendiendo?…Estaba seguro que sí.

Pronto encontró una banca para él…Se sentó y buscó entonces aquella escena o situación que pudiera entretenerle, aunque realmente cualquier cosa bastaba. Ver a una madre llevando a sus niños y subirse al transporte colectivo, y preguntarse luego, ¿a dónde se dirige?…¿Irá a visitar a algún familiar?…¿A dónde lleva a sus niños?
Aquellos jóvenes que discutían…¿Por qué lo hacían y qué problema habían tenido?…Él no sabía de problemas. Nunca se había metido en uno…No tenía a nadie con quien meterse en un problema, aunque la policía de vez en cuando le llamara la atención, él siempre obedecía para no caer en uno de esos problemas.

Un niño se sentó a su lado. Parecía un buen chico. Seguramente se marcharía en unos pocos segundos…O tal vez no.
  • Hola!
El niño le habló…A él!…Y entonces le dedicó un momento a pensar un poco mejor la situación. ¿Conocía el rostro de ese chico? No…¿Estaría pensando en jugarle alguna broma? El chico parecía ser buena persona. Sonreía pero no de forma maliciosa. ¿Por qué se molestaría siquiera en hablarle a un vago como él?
  • ¿No puedes hablar?, ¿o no sabes hablar?
  • Sí…Sí sé hablar.
  • ¿Y entonces por qué no me devolviste el saludo?
  • Es que…Es muy raro que alguien me hable…Que alguien se siente a mi lado y me hable.
  • Pero tú les hablas a las personas, no?
  • Yo…Les pido dinero solamente.
  • Entonces no es tan extraño que alguien te hable, ¿no?…¿Y te dan mucho dinero?
  • No…No me dan mucho. ¿Qué es lo que quieres?
  • Nada. Simplemente me dieron ganas de venir y hablar contigo. Como te vi solo…
  • Siempre estoy solo. Así es como me gusta estar…Espera un minuto…
Se levantó sin decir una palabra más y se encaminó hasta un señor con un paraguas en el brazo. Se encontraba a pocos pasos de donde se había sentado. El chico seguía en la banca; lo miraba pero no hacía nada más.
  • Disculpe, Señor…¿Puedo hacerle una pregunta?
  • No, no, no!…No tengo dinero ahorita!
  • No le pido dinero, Señor. Solamente que me ayude con una pregunta…Más bien, con su respuesta.
  • A ver, pregunta rápido entonces!
  • Ve usted esa banca de ahí?…Ve a alguien sentado en ese sitio? Digamos, a un niño?
  • ¿Esa banca?…¿Es una broma? No hay nadie sentado ahí!
  • Ya veo…Eso era todo. Gracias, Señor.
Volvió cabizbajo al sitio del cual se había levantado. Veía que su zapato derecho estaba a una nada de desintegrarse…Y no era que el izquierdo estuviera en mejor estado. Iba a tener que darse una vuelta por el basurero nuevamente. A nadie le gustaba andar por ahí…Y menos a él…
No existes afuera, sólo en mi cabeza…No existes afuera…Sólo en mi cabeza.

Se sentó en silencio, cerrando los ojos mientras aspiraba los distintos olores que lo rodeaban, y escuchaba el ruido que producía la gente, los carros, los negocios, todo…Y dentro del todo, no escuchaba ya, la platica de un niño sentado a su lado…No parecía haber más preguntas. No había más platica. Justo como eran las cosas normalmente.
Y de pronto sintió cómo lo agrio y lo podrido comenzaba a emerger; todo ese odio y todo ese sentimiento desesperanzador; comenzaron a trepar desde sus entrañas, quemándole la garganta y haciéndolo temblar de los brazos y de las manos. Era algo que ya había sentido muchas, muchas veces…Y como en todas aquellas ocasiones, se obligó a calmarse y a pensar en otras cosas; a desviar la atención de eso que se guardaba muy, muy en el fondo de su ser.

Respiró y tragó…Volvió a respirar y abrió los ojos.
Tantos rostros pasando de un lado a otro.
Y las mascotas jugando en el área prohibida.
La niña peleando con su hermanito por algo que él llevaba. Difícil saber desde aquí.
Fidel hablaba con las mismas personas.
Y a su lado…Nadie en la banca. Justo como eran las cosas normalmente.

Todo excepto la voz en su cabeza…Una voz que no tenía nada que hacer ahí; que no venía de nadie a su alrededor.
  • Te nos escapaste otra vez, Lucio…Esa no es una conducta apropiada!
  • No!…No, no, no…Yo quiero permanecer aquí. En la banca!…No lastimo a nadie aquí…Por favor!
  • Sabes que no podemos dejarte por ahí, vagando…Esperanos ahí sentado. Ya llegan por ti.
La niña que reñía con su hermano se le acercó. En sus manos cargaba con lo que parecía ser un yo-yo. La cuerda estaba cerca de arrastrar y los enormes ojos de la criatura lo escrutaban de forma incisiva.
  • Todo es culpa de Mamá. Le dije que este tipo de juguete no es apropiado para Alvarito, pero ella no me quiso escuchar. Siempre le compra todo lo que él le pide!
Una señora se acercó y sin dejar de observar a Lucio, le respondió a la niña con el juguete:
  • Hija!, compré ese juguete pensando en ti también. Sabes que tu hermanito se aburre enseguida de cualquier cosa. ¿No ves que Mamá se ocupa de todos siempre?
El señor del paraguas regresó a su lado y le increpó:
  • Oh, pero este Señor sí que es un caso a parte! Pero debo de decir que me sorprendió que no me pidiera nada de dinero, porque, véanlo!…Está en la total miseria!
Fidel, el vendedor se asomó por un lado…
  • ¿Cansado de todas esas llamadas del banco, amigo? ¿Cuántas veces te han querido embargar y despojarte de todo lo que tienes? Yo sé justo por lo que has pasado!…


…Lo sabes?…¿Lo sabe alguien?

No hay comentarios:

Publicar un comentario