sábado, 8 de julio de 2017

Nibiru - Parte 6

Antonio llevaba tiempo sintiéndose como alguien más; como si los controles de su cerebro estuvieran siendo manipulados por alguien externo, e incluso…En algunas y específicas ocasiones, debido a la inseguridad y a la vacilación al momento de tomar decisiones un tanto triviales…Sentía que era una comunidad la que lo gobernaba, que se demoraban en decidir ya que era una decisión grupal. Y eso era algo absurdo. Algo ridículo ahora que lo pensaba. ¿De dónde habría sacado semejante idea? La única y posible explicación a tales conjeturas era su extremo grado de ansiedad y al estado crítico de su sistema nervioso, ya que…No había pasado por cualquier cosa los últimos días: su vida iba a pique; su reputación profesional manchada e incluso su propia integridad, amenazada…

La amable voz de la camarera le sacó de su negro trance y lo devolvió al interior del café en el que se encontraba, cerca de uno de los muelles más importantes de San Francisco y con el puente de la bahía de Oakland a la vista…Parcialmente porque afuera llovía como si se tratara del fin del mundo o una réplica del diluvio universal.
  • Le sirvo más café, Señor Medina? - fue la pregunta.
  • Sí, por favor…Capuchino sin azúcar - fue su respuesta.

Y entonces, casi a manera de reflejo, desbloqueó su celular y pulsó al contacto más reciente al que había llamado. Bastaron unos segundos para que pudiera escuchar la voz de su amigo Jeff.
  • ¿Hola, Antonio?...
  • Estoy en el Red’s Java House. ¿No puedes venir?…Sé que te pido demasiado, con este tiempo de los mil demonios, pero Jeff…No tengo a nadie mas a quien recurrir!
  • Escucha, Antonio…No puedo…Estoy en el aeropuerto. Sé que te dije que iría contigo a tratar de ayudarte pero no puedo.
  • ¿En el aeropuerto?…¿A dónde vas, Jeff?
  • Amigo, la organización también está detrás de mi…Llegué a casa y encontré todo de cabeza. Se metieron a mi casa y revolvieron todo!…Creo que me han venido siguiendo, pero ya estoy en la terminal. No se atreverán a hacerme nada aquí, con tanta gente…
  • Jeff…Ellos son capaces de cualquier cosa. Debes tener cuidado.
  • Lo sé, pero no llegarían a tanto, amigo…Escucha, en cuanto llegue a mi destino te busco para coordinarnos mejor. Un viejo amigo mío trabaja en un bufete de abogados. Sé que nos pueden echar la mano. Tengo que dejarte, ya vamos a abordar…Antonio…Pese a todo…Tal vez lo mejor ha sido que la gente se entere. No crees?
  • Yo no hubiera tenido ningún problema en darlo a conocer, lo sabes…Pero la organización lo había prohibido tajantemente. Tú sabes que yo no publiqué el material!…Alguien dentro del equipo lo hizo!
  • No tiene sentido, amigo…Es decir, la reacción de la organización…Bueno, me tengo que…
Jeff no fue capaz de terminar su despedida. Antonio escuchó claramente una detonación o un estallido, al momento en que su amigo decía sus últimas palabras…Y luego, los gritos de terror y la histeria de aquellos que se encontraban en los alrededores. Escuchó un golpe, quizá el celular de su amigo al impactar el suelo, y después, nada…

Todo estaba perdido, pensó…Si Antonio no había podido escapar, ¿qué esperanzas tenía él de hacerlo? Ahora ellos tenían el celular de Jeff…¿Tendrían forma de rastrear su llamada de alguna forma? Lentamente levantó la vista e inspeccionó el lugar nuevamente. Se encontraba prácticamente solo: una pareja platicaba animadamente en el extremo del local, y estaba Carmen (quien se dirigía hacia él con su café), la camarera y Carlo, el barista-chef que atendía esa tarde. Las calles se encontraban solas afuera, y es que era impensable que alguien saliera con la lluvia torrencial, o eso quería creer él.
  • ¿Todo bien, Señor Medina? - Le preguntó la camarera - Le veo muy preocupado…
  • Sí, gracias, Carmen…Es un asunto…familiar, pero todo va a estar bien, gracias.
Sin embargo, un Camry color negro se hallaba aparcado en la calle, justo en la acera de enfrente. Llevaba ahí bastante rato y Antonio no se había percatado de él. Sus tres ocupantes aguardaban también aunque un poco más inquietos…
  • Roland me dijo que éste era el cerebro del equipo…A mi no me lo parece tanto. Seguirlo hasta aquí ha sido de lo más sencillo, no creen?
  • Tal vez sea bueno en su trabajo, amigo…Pero es patéticamente predecible en cuanto a lo demás…¿Y bien, Kara?…¿Seguimos esperando a que la lluvia disminuya?
  • Ja!…¿Eso pensaste que hacíamos, tarado?…Esperar a que la lluvia aminorara? Claro que no!…Esperamos una confirmación para terminar aquí.
  • Pero la orden de Roland fue muy precisa, yo también pensé que no necesitábamos una confirmación de nadie…¿De quién esperamos una confirmación?
  • Las cosas han llegado a un nivel superior…Roland no es el que tiene la última palabra.
  • Deberían ser más claros y directos con estas cosas, con nosotros…¿Y se supone que tú recibirás esa confirmación entonces?
  • Así es, yo la recibiré.
  • Hummmm…
  • ¿Hay algo que no te gusta, Marlon? Dilo…
  • Deberíamos ser más eficaces, es todo lo que digo…Ese sujeto de ahí adentro está más muerto que mi Abuela Theresa, que lleva ya 10 años en el panteón de Holy Cross. Para este momento bien pudiéramos estar atendiendo otra asignación.
  • No tenemos otra asignación para hoy. ¿Te das cuenta?…¿O será que tienes prisa por ver algún partido de fútbol?
  • No!, ya sabes que ni me gusta ver la maldita televisión!…A lo que me refiero es que el trabajo de hoy es bastante simple y no necesitamos esperar para ejecutarlo…
  • Y justo por eso seguirás siendo un matón cualquiera, Marlon…
  • Disculpate por eso, enseguida!
  • ¡Por supuesto que no, idiota!
  • Hey, chicos, está bien!…Basta de pelear…Tú estás a cargo, Kara, los dos entendemos eso…
  • No!, yo no lo entiendo! - escupió un Marlon muy molesto, quien sin pensarlo dos veces abandonó el asiento del conductor y se dirigió a la parte trasera del vehículo. Poco le faltó para arrancar la puerta donde Kara se apoyaba…Y una vez abierta, le gritó… - Baja de ahí, perra!…
La chica se bajó del auto también y de inmediato se enfrentó con la enorme humanidad de su furibundo compañero.
  • ¡Nadie me llama Perra, bastardo!…Aquí el único que se va a disculpar eres tú!… - La lluvia entorpecía la visión de Kara, pero era notorio que ella no tendría oportunidad alguna si la cosa llegaba a los puños, no con la altura y corpulencia de Marlon…El pistolero se limitó a mirar despectivamente a la mujer mientras chorros de agua bañaban la poca mata de pelo que le quedaba y que salpicaban el rostro de la menuda mujer…Su mueca perversa se fue transformando paulatinamente en una sonrisa, y luego, en una abierta carcajada.
  • ¿Para esto nos estamos empapando, tarado?
  • Ja, ja, ja…Sólo quería comprobar cuan ruda eras!…¿Creíste que me había molestado en serio?
Sin embargo, el rostro de Marlon se transformó de pronto en el de un espectro sorprendido, al sentir dos fuertes y letales aguijonazos en el área del estómago. El matón bajó la vista y comprobó que la mujer sostenía en su mano derecha un revólver con silenciador.
Acto seguido, la asesina lo tomó enérgicamente del cuello y lo bajó hasta situar su rostro al mismo nivel que el suyo, plantándole un beso en la mejilla y despidiéndose de él con un hilo de voz…
  • Nadie me llama perra!…
El segundo rufián abandonó el vehículo por el lado del acompañante del conductor, con pistola en mano y enseguida encañonó a la mujer.
  • ¿Por qué lo hiciste?, ¿estás loca?!…
  • Baja esa pistola, Edmund!…
  • Esto lo sabrá Roland!..
De regreso en el café, Antonio repasaba nerviosamente su lista de contactos en el celular, tratando de imaginar si alguien lo pudiera recibir, y esconder…Por lo menos algunos días, en lo que la tormenta aminoraba, aunque no pensaba en la tormenta que azotaba a San Francisco aquella tarde, precisamente.
Un rayo cruzó el cielo gris de la bahía, iluminando notoriamente las ventanas que tenía a su izquierda, y luego, el estridente sonido retumbó hasta el corazón mismo de la tierra, asustando ligeramente a los demás presentes en el café, pero no a Antonio…Era imposible estar más asustado luego de haber descubierto algo que…En su vida pensaría que pudiera llegar a pasar, ni en sus sueños más locos o extravagantes.
Ese descubrimiento se había divulgado de forma no autorizada, y ahora todos los científicos, técnicos y astrónomos del equipo estaban siendo exterminados - amigos suyos - uno por uno, de forma injusta y traicionera, por una especie de organización criminal con alguna especie de interés en ocultar los hechos que…Tarde o temprano, todo el mundo conocería, irremediablemente…Y si era a todas luces inevitable, ¿por qué matar a las personas que lo habían descubierto? No le encontraba sentido a tales acciones por mas que lo pensaba.

Recordó las palabras de Jeff, quien en ese entonces trabajaba en el VLA (Very Large Array) de Socorro, Nuevo México - un complejo de 27 antenas de radiotelescopios que sin descanso hurgaban el espacio, allende nuestra cálida y agobiante atmósfera…
  • Esas lecturas son imposibles, Antonio!…¿O acaso Júpiter decidió salirse de su sitio y venir a visitarnos a nosotros los terrícolas?
  • No, Jeff…Júpiter sigue en su sitio… - Fue lo que él le contestó.
La campanilla de la puerta del café sonó, y a manera de reflejo, todo el mundo se volvió hacia la entrada para atestiguar quién había sido el loco que se había aventurado a la calle bajo el imparable diluvio. El visitante portaba un rompe-vientos oscuro con capucha que escurría litros de agua y que trató de dejar sobre el tapete de la entrada. Carmen no daba crédito a lo que veía y sin duda pensó que haría falta mucha labor de limpieza para sacar o absorber toda esa agua.
Luego de unos instantes, el visitante se dirigió hacia el mostrador, aún atrayente de todas las miradas de los presentes. No era alto pero sí de complexión atlética, de paso seguro y confiado…Sin decir palabra alguna se sentó en uno de los banquillos hasta que el mismo Carlo fue a atenderle, mientras que Carmen se dirigía - no de muy buena gana - a limpiar el área de la entrada.
  • ¿Qué te ofrecemos?, ¿algo caliente?
  • No, algo frío… - Su voz, aunque un poco grave, delató de inmediato el género del nuevo comensal.
La chica removió su capucha y con sus manos trató de alisarse y arreglarse un poco el pelo, que llevaba corto pero algo empapado. Lucía algunas argollas en el oído derecho y su lápiz labial era de color morado, o alguna tonalidad parecida…Al momento volvió su cabeza hacia donde se encontraba Antonio y sus ojos azules intensos le penetraron como una estaca de madera buscando el corazón de un vampiro decadente; y en solo un par de segundos…Antonio supo que lo habían encontrado. No se supo cómo es que era dueño de tal certeza, pero sabía que así era.
La cuestión era…¿Por qué ella?…¿Por qué ahora enviaban ángeles a realizar el trabajo de los demonios de bajo nivel? ¿Cómo era posible que una mirada distante había bastado para capturarlo y proclamarlo ahora como su propiedad?
Sus facciones estilizadas, su nariz de proporciones perfectas y sus pómulos carentes del menor maquillaje o rubor la convertían en el sicario menos probable pero sí en la damisela oscura por cuyos secretos todos morirían por obtenerlos.

Antonio cerró los ojos y esperó la bala…Cerró sus sentidos y aguardó a que la transición se produjera. Partía hacia la otra vida sin amigos, sin familia ni posesiones materiales; sin un nombre, sin identidad y sin esperanza. Sabedor de que su especie estaba condenada a desaparecer, pero que él lo haría en primer instancia.
  • Pst, pst!…Amigo?…
Antonio volvió a la realidad y de inmediato se encontró con esos ojos azules sobrenaturales que lo embrujaban. Ella se había trasladado a su mesa, junto con su recién preparada bebida estilo frappe…
  • ¿Sí?…¿Qué deseas?
  • ¿Puedo sentarme contigo un momento?…Bueno, ya lo he hecho, pero tú sabes…De todos modos tengo que preguntar, por cuestiones de civilidad y cosas por el estilo.
  • Tú lo has dicho. ¿Quién eres y qué quieres de mi?
  • Mmm…¿Qué quiero de ti?…Nada que voluntariamente me puedas ofrecer realmente. ¿Sabes?…Alguien muy, muy enojado me contrató para acabar contigo…Ya sabes, acabar en el sentido de… - Y entonces ella pasó su dedo índice a través de su garganta, para emular el clásico gesto de una sentencia que Antonio entendía y que no requería de mayores explicaciones.
  • Pero yo no le he hecho daño a nadie. Ni yo ni ninguno otro de mis compañeros a quienes ya han matado de forma cobarde!
  • Pfff…Ya comienzas a molestarte, y es la parte que no estoy dispuesta a tolerar o a soportar. Verás, yo sólo ejecuto una orden, no te lo tomes personal… Desgraciadamente no he recibido aún la confirmación que espero, pues de lo contrario, mis amigos muertos allá afuera ya hubieran terminado contigo.
  • Entonces tú…¿Sólo quieres esperar aquí conmigo, en espera de un mensaje que confirme mi propia muerte?, ¿por qué no jalas ya del gatillo y acabamos con esto de una buena vez?
  • Esa fue la razón por la cual discutí con mis amigos y que eventualmente desencadenó en su muerte. ¿Que ya nadie es capaz de seguir una orden y de aguardar hasta que se le dice a uno cuando se debe de actuar?
  • No tiene sentido que yo siga hablando contigo. Debes estar tan loca como aquel que ordenó la desaparición de mis amigos…Que pena…
  • ¿Pena?…No, espera…
La chica sacó entonces su celular y Antonio alcanzó a ver que algo parpadeaba en su pantalla. Algo en sus entrañas resurgió en el momento y acalló todos aquellos lastimeros sollozos; todo ese sentimiento derrotista y de indefensión del que había hecho alarde tan sólo unos momentos antes; un sabor amargo inundó su boca y una fuerza que hasta ahora desconocía lo empujó a tensar y apretar sus músculos; a levantar rápidamente su brazo y propinarle un golpe a la chica que tenía en frente, con toda la energía que era posible de reunir, pues su propia vida dependía totalmente de ello…¿Por qué se aferraba ahora a esta mínima y casi inexistente posibilidad de supervivencia?, ¿qué había cambiado en su discurso de martir?
Tal vez no estaba realmente listo para dejar de existir; de bajar el telón de forma definitiva y cancelar sus futuras presentaciones.

Hay quienes pudieron ver la escena en cámara lenta y atestiguar como es que la chica levantaba la mirada, sólo para encontrarse con un puño dirigiéndose hacia ella, de forma veloz y contundente, e impactándola de lleno mientras su cabello se alborotaba y su cabeza y cuello eran impulsados hacia atrás, aunque segundos más tarde, tal y como si se tratara de un resorte, toda ella se inclinó hacia delante e impactó duramente en la mesa, sacudiendo cucharas, servilletero y los anteojos de Antonio, a quien también le parecía que los segundos se adormilaban mientras le era imposible escapar de su propio asombro y de levantar la mirada de la chica inerte, en su propia mesa.
Un hilillo de sangre comenzó a salir de la nariz de ella, al tiempo que un fuerte dolor comenzó a hacerse presente en el puño que había empleado para su salvación. Campanas de alerta sonaron dentro de él y al instante despertó de su trance auto-impuesto; recogió sus cosas y se ajustó sus gafas; se levantó y pasó en frente de Carmen y de Carlo, quienes se hallaban en estado de shock y con la boca abierta.
  • Lamento el alboroto… - fue lo único que se le ocurrió decir, antes de abandonar el lugar e internarse en la fría lluvia que no dejaba de caer en la bahía de San Francisco.

Anduvo a pie varias cuadras más hasta llegar a Market Street y luego se sentó a esperar en soledad la llegada del próximo Cable Car.

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