jueves, 31 de enero de 2013

De Lobos, Gatos y otras Sutilezas


En cierta noche estival, estaban Efren y su mejor amigo conocido como el "Chufas", disfrutando de una desabrida y fría lata de atún, sentados ambos en su destartalado basurero; soñando cada cual por su lado en cómo sería el día de mañana en sus austeras y segregadas vidas en los márgenes de la indigencia.
En el suelo, un puñado de papeles y cartones de distintas procedencias y características ardían y se consumían rápidamente. Pequeñas partículas de luz se elevaban de forma errática desde el modesto fuego hacia la oscuridad que reinaba sobre sus cabezas despeinadas. Era un rudimentario fenómeno físico que les entretenía medianamente; como el de la música aplacando a las bestias...De manera semejante, las diminutas lenguas de fuego que subían perezosamente para extinguirse en el vacío constituían una distracción hipnótica...mientras hubiera algo que masticar entre los dientes amarillos que aún restaban en sus bocas deformes.

El Chufas tenía a su costado derecho una botellita de plástico con gasolina, que usaba de vez en cuando para avivar el fuego que calentaba a ambos; así como una misteriosa cajita envuelta para regalo...Sobre la que no le había platicado nada a Efren. ¿Por qué no la había notado antes?
El atún se había acabado y Efren sintió la imperiosa necesidad de romper el silencio que se había impuesto entre ambos desde hacía ya varios minutos. La curiosidad que sentía sobre la misteriosa cajita era semejante a la sensación de poseer un cuerpo extraño y amorfo creciendo en su estomago y pugnando al mismo tiempo por salir a través de su garganta y boca; simplemente no se podía aguantar las ganas de preguntarle.


- Chufas...E-este...¿Qué hay en la cajita?
- ¿Qué?...Ah!, ¿ésta? - Dijo el otro, señalando con su dedo tembloroso al objeto de la curiosidad.
- Sí, claro. ¿Cuál más va a ser si no?
- Sí, sí...Me la regaló Lolita, la de las oficinas. La de los grandes lentes color amarillo. ¿La recuerdas?
- ¿Oh, sí?...¿Y por qué?, ¿qué hay dentro?

El espíritu cansino del Chufas siempre le hacía perder la paciencia, porque parecía ocupar una cantidad extra-normal de neuronas para responder, entre cada dos o tres preguntas.
Efren siempre se preguntaba si dentro de la mente aletargada de su compañero no habían ya demasiados hoyos y fisuras por las cuales se fugara irremediablemente la razón, como un torrente de viscosidad pútrida e inútil, rechazada inconscientemente por el curioso organismo del Chufas...¿Sería realmente un desperdicio de materia gris genuina, o más bien se trataba de "agua mala" que simplemente era mejor dejar correr?
En esos piensos estaba cuando notó salir un reguero de líquido de entre las piernas dobladas de su interlocutor.

- Chufas, ¿qué pasó?...No me digas que te hiciste...?
- ¿Qué?...Ah!...Lo siento, amigo. No lo pude controlar. ¿Qué me preguntabas?
- Diablos...Ahora tu porquería va a apagar la fogata. No manches, hermano!...Te preguntaba que ¿qué hay dentro de la cajita y por qué te la dio la Lola?
- Este, fue en pago de un favorcillo que le hice.
- ¿Qué favorcillo?
- Me encargó que le llevara unos dulces Morelianos a un tipo que trabaja con los contadores del centro corpo...corporatístico, o algo así.
- No me digas que te dejaron entrar a ese lujoso despacho de contadores!...¿Cómo le hiciste?

Los pocos dientes que le quedaban al húmedo compañero de Efren asomaron en lo que se podría considerar como una cándida y estúpida sonrisa, mientras su mano izquierda revelaba un desgastado gafete de seguridad que aún le colgaba del mugroso cuello.

- ¿Cómo conseguiste ese gafete?, ¿a quién se lo robaste?
- Estás viendo al nuevo mensajero particular y privado de la Lolita!...Yo seré el que le lleve las cosas a ese guapo y copetudo pretendiente del despacho de contadores, y si éste tiene algo para ella, del mismo modo yo se lo llevaré a la 'jefa'...Soy como una especie de mensajero del amor, ja ja ja.
- Lo bueno sería, mensajero del amor, que la Lolita te pagara con dinero y no con cualquier chuchería que a ella no le sirva. ¿Has mirado lo que hay dentro de la mugrosa cajita?

De pronto, los rasgos y las facciones del Chufas se estiraron al tiempo que le devolvía a su compañero una turbia y ponzoñosa mirada; una sombra de perversidad cruzó por el rostro del cochino indigente.

- ¿Chufas?...¿qué pasa?
- Tú...Tú quieres quitarme lo que me dieron!
- Por favor!...Yo soy tu amigo, ¿cómo crees que podría hacer algo así?!...Lo único que digo es que tienes que sacar partido de la situación y hacerte de dinero, pero para tu propio beneficio!...Y además, ¿no compartimos todo entre nosotros?
- Sí, sí...Compartimos la basura!, pero cuando alguien me regala algo genuino...algo...algo nuevo!...Tú te pones envidioso. Lo quieres todo para ti, compadre!, pero te equivocas si crees que voy a compartir esto contigo...Alimaña!

El furibundo sujeto se levantó como pudo, ajustándose y subiéndose los sucios pantalones a la cadera, mientras escudriñaba hacia un lado u otro del lote baldío. No parecía encontrar un rincón lo bastante alejado de su amigo, o palabras hirientes que pudieran causarle gangrena cerebral con tan solo proferirlas. La cosa había hecho ebullición tan rápido; y la saliva espumosa no se había hecho esperar. Las violentas convulsiones sacudieron al pobre tipo, devolviéndolo de bruces contra el suelo.

- Maldito y doblemente maldito seas, Chufas!...Y todo esto ocasionado por una mujer!...
- Noooo...Tú...Eres el...causante!...Aarrggh!

Efren lo sintió venir también...Un terrible coraje lo puso en marcha, acompañado de su conveniente instinto de defensa propia. Contempló las hinchazones de sus manos y cómo la saliva espumosa chorreaba también desde su boca. Sus músculos se inflamaron al instante, rompiendo las pobres y desgastadas vestiduras que días antes habían encontrado en el basurero municipal. Su hocico comenzó a crecer y el negro pelaje no se hizo esperar tampoco...Para cuando los temblores cesaron, su amigo Chufas se hallaba también plenamente transformado.

Tres flacos y asustados gatos salieron huyendo despavoridos de la escena. Los dos Licántropos se miraron furiosamente el uno al otro...Arañaron la tierra con sus largas y despostilladas uñas y se lanzaron feroces advertencias a manera de gruñidos que hendieron la noche como dos filosos cuchillos sobre la carne tierna y jugosa. ¿Quién iba a lanzar la primer dentellada?, ¿quién tendría mayor fuerza en ese momento?...¿Y quién de los dos se quedaría con el misterioso premio?...Cualquiera que éste fuera...Y que se encontraba dentro de la pequeña y diminuta...Casi casi inexistente...cajita de regalo.

Arriba, los mugrientos y destartalados tejados eran bañados por la plateada luz proveniente de la novia de la noche. Una rebosante luna llena reinaba los cielos oscuros y muchos de los destinos de hombres y animales por igual...Como el de un curioso gato, que trepado sobre un negro y viejo tinaco, luchaba por desgarrar o romper la envoltura de regalo de su premio nocturno. Sabía muy bien que dentro iba a encontrar algo interesante; sabía que haberse escabullido de en medio de esas dos enormes bestias le iba a reportar un beneficio y se moría de las ganas por saber cuál sería éste.
Finalmente, el gato se lamió los bigotes y se preparó para atacar...Con profunda convicción...Pues el plato estaba servido.

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