martes, 29 de enero de 2013

Segundo Uso



Ernesto tenía esa incómoda sensación de haber olvidado algo cuando se encontraba ya a 500 metros de su casa. Por ello hizo un alto y comenzó a re-buscar en su maletín para confirmar que tenía todo consigo.
Celular, computadora portátil, cuadernillo de notas, lápices y bolígrafos de gel...Todo en su lugar. ¿Pero por qué tenía ese gusto amargo en la boca?...Algo no iba bien, lo sabía...Comenzó a repasar mentalmente la agenda del día y recordó la revisión de los avances del proyecto con los gerentes. Debía de llevar la impresión del informe en el folder color naranja, pero...¿dónde estaba ese folder naranja? No parecía llevarlo en el maletín. No estaba en el auto y en definitiva, no lo llevaba con él...Tenía que regresar a casa.


Instantes más tarde, Ernesto dejaba estacionado el auto sobre la calle solitaria y encaminaba sus pasos resignados a la puerta de su casa. El único sonido que escuchaba era el del sistema de riego que se había activado en automático hacía un par de minutos, suponía.
Introdujo la llave en la cerradura y al girarla tuvo una sensación de lo más extraña...Sumamente inquietante; como una especie de escalofrío generalizado; una serie de temblores le recorrieron de pies a cabeza y una incipiente desorientación hizo presa de él mientras aguardaba en el marco de la puerta, incapaz de moverse ni un centímetro.

En esos momentos, su mente parecía extenderse o derretirse sobre una plancha caliente de acero inoxidable, un poco como el desayuno que había tenido tan sólo hacía un par de horas; era incapaz de gobernar los músculos y los huesos que lo pondrían en movimiento, pero parecía escuchar a la perfección el chisporroteo de los huevos y de la delgadísima capa de aceite sobre la plancha...El frío que sentía en las capas superficiales de la piel se transformó en medio segundo en un calor abrazador interno...Era como si sus pulmones, su corazón e intestinos se estuvieran cociendo en su propio jugo...
El pánico del que estaba siendo presa era algo totalmente desconocido para él. Siempre había sido un tipo sano; siempre tenía todo bajo control...Su peso, sus hábitos alimenticios, su rutina de ejercicio...Estas sensaciones sencillamente no encajaban dentro del patrón. Así cavilaba el afligido Ernesto cuando entonces vió a uno de ellos...

Una niña pequeña cruzó la estancia y despreocupadamente se encaminó hacia la escalera. Iba vestida de forma regular, con un par de coloridos moños sobre sus trenzas peinadas hacia atrás.
No supo decir cuántas alarmas se encendieron en su asustado organismo, pero sí podía sentir la vibración en sus manos; le temblaban violentamente, presas de ese antiguo y primordial mecanismo de auto-conservación que le gritaba con fuerza que algo no iba bien y que su integridad física pudiera estar en peligro.
¿Qué diablos hacía esa niña pequeña en su casa?...¿Cómo había entrado?

- Ah, eres tú!...Pasa, por favor. Es tu casa...No podríamos privarte de tu propia casa. Pasa, pasa... - La voz de la criatura...Sonaba revolucionada, como las voces de aquellas canciones que tanto le divertían de chico, y que parecían imitar a unas pequeñas y traviesas ardillas come-bellotas. Aunque claro, pese a ese peculiar timbre de voz, nada de aquello le parecía divertido.
La chiquilla aguardaba arriba del primer escalón de la escalera y continuaba dándole las espaldas. Desde dónde estaba no podía distinguir su rostro o si llevaba o no algo en sus manos pues parecía tenerlas entrelazadas delante de ella.

- Seguramente te estarás preguntando ¿quién soy yo y qué hago aquí, no?

Ernesto quería responder, pero no encontraba las palabras adecuadas, o quizá su cerebro ya se encontraba tan frito para esos momentos que la función del habla había pasado a ser como el jitomate cortado en cuadritos que se había añadido a los huevos. Alguien parecía removerlos mucho, con una especie de palita para cocinar...Y ahora se encontraban demasiado mezclados o machacados como para saber usarlos de nuevo...¿Podría usarlos nuevamente?, es decir, no los jitomates sino el habla?...

- Ah, sí...Ya recuerdo. Se supone que no puedes hablar en presencia de nosotros. ¿Sabes?...Se suponía que no debías regresar tan pronto a casa. Fue un descuido mío. No somos tan infalibles como se pudiera pensar...Pero ya que estás aquí debo decirte que no tienes nada que temer. Ninguno de nosotros te va a lastimar en absoluto, ok?

De pronto y sin saber cómo había ocurrido, él se encontraba dentro de su propia casa. La puerta se había cerrado a sus espaldas y una silla del recibidor había sido puesta delante suyo...Como si pudiera sentarse; como si tuviera de hecho, el suficiente poder de voluntad para quedarse y sentarse ahí, en su propia casa y con la compañía que tenía en esos momentos.
Su entrenado sentido del olfato le decía ahora que sus propios sesos estaban en su punto y que pronto, muy pronto, se comenzarían a servir en la mesa de esas misteriosas criaturas que se habían apoderado de él y de su casa.

Al instante sintió como si alguien hubiera congelado la imagen que tenía delante de él. No podía moverse; no podía voltear hacía ningún sitio...Lo único que tenía dentro de su campo de visión era el pasillo estrecho que comunicaba al recibidor con las otras estancias de la casa. La escalera había quedado a su derecha pero por más esfuerzo que hacía, no podía distinguirla ni a la pequeña niña que había estado en el primer escalón.
No veía a nadie en el pasillo, pero si le preguntaban (que nadie lo haría, por supuesto), ya podía esperar a ver más de esas criaturas invasoras viniendo hacia él desde el final del corredor o desde alguna de las otras estancias...Sólo que...Si venían o no, no lo sabía pues su "imagen de video" había sido intervenida y yacía congelada; estática como una película en pausa...Pero...Con el audio aún en reproducción.

- Tienes una casa muy bonita. ¿Te lo habían dicho antes?...No, supongo que no pues vives sólo y nadie te visita. ¿Verdad?...Nosotros solemos buscar casas así, que siempre son de nuestro agrado. Se puede decir que le damos un "segundo uso" a tus cosas; las aprovechamos mientras tú no estás...Tratando de optimizar, ¿sabes?...Pero eso sí; dejamos todo como lo encontramos. Sería imperdonable el que causáramos destrozos o que no devolviéramos algo al final...Tenemos leyes, aunque no lo creas...Y una de ellas me dice que tal vez ya hablé demasiado, je je je...

¿Era eso que sentía acaso los primeros mordiscos de las criaturas?, era el calor la fiebre de los moribundos y la luz de las ventanas tan sólo un artilugio barato que disfrazaba la oscuridad del agujero de conejos en el que se hallaba enterrado?, ¿eran los dedos fríos en su hombro los suyos propios o los de las criaturas que lo jalaban cada vez más y más hacía el centro de la tierra?

Ernesto cerró la puerta de su casa y se quedó petrificado durante unos instantes; vacilante...Sin saber de momento qué había hecho en los últimos 5 o 10 minutos.
Bajó la vista hacia su mano y vió que sostenía el folder color naranja que había venido a buscar. Satisfecho, se encaminó hacia su auto mientras miraba hacia ambos lados de la calle. Inusualmente vacía...El único sonido que percibía era el que producía su propio sistema de riego. Monótono pero predecible. Y así debía de ser su vida si todo iba bien: agradablemente predecible.

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