martes, 7 de noviembre de 2017

El baile del fantasma

Desde que llegamos siempre quise quitar esa maldita cabeza de león que cuelga sobre la chimenea. No servía de nada mirar las cortinas de los años setenta o la luminosa lámpara de lava que aguardaba en una de las mesitas del pasillo; o los clásicos en vinil que colgaban y que tapizaban toda una pared. Invariablemente siempre volteaba a ver aquella salvaje cabeza de león de ojos más vivos que los míos, y aquellos colmillos enormes que sin embargo deseaba tocar con mis manos.
No había más cabezas de animales disecados. Solamente aquel león, pero lo acompañaban varias fotos de expediciones y viajes a distintas partes del mundo. Sobresalían varias fotos en el desierto, y con las pirámides. Supuse que nuestro viejo amigo Mathews quedó prendado de Egipto y de buena parte del continente africano.

Mathews tenía una moderna tornamesa, conectada a su equipo de sonido de última línea. Y yo realmente no resistí la tentación de tomar un vinil de la pared; sacarlo de su funda, prender la tornamesa y lo demás que necesitaba para escucharlo. Recordaba muy bien qué botones activar pues había visto cómo lo hacía el viejo y gruñón de Mathews.
Tomé con cuidado la aguja y la ubiqué sobre el disco que ya giraba a las revoluciones necesarias. El sonido gótico majestuoso de “Spleen and Ideal” de Dead Can Dance comenzó a inundar la habitación y a apoderarse de mi mente.

Claro que la mente de un espectro es distinta a la de un humano, pero no me pidan explicarlo porque me aburre demasiado. Como que nuestro pensamiento gira más en torno hacia algo; está más focalizada, siempre y cuando no te distraigas con algo que en tu vida mortal te apasionaba porque entonces ya valió…Como yo con la música.
Visité la vieja cabaña de Mathews con la esperanza de encontrar su fantasma aquí, porque saben algo?…Los espíritus suelen quedarse alrededor de algo a lo que tenían mucho apego. Solemos tener este…sentimiento de anhelar y cuidar aquello que más nos importaba, aunque habemos otros a los que no aplica tal condición…Y bueno, yo pensaba que la cabaña de las escarpadas montañas era lo más importante en la vida para mi viejo y mortal enemigo.

Los otros fantasmas vagaban por la cabaña…Realmente no me molestan ni se meten en mis asuntos. Siempre me acompaña un séquito variable de espíritus. Supongo que se ven atraídos por la poderosa luz que emana de mi esencia. Muchos apenas inician su peregrinar tenebroso por el plano en el cual subsistimos. Muchos ni siquiera pueden hablar, y algunos apenas consiguen perturbar mínimamente el plano físico de los mortales. Ya no se diga abrir una puerta o tomar una cuchara…Son cosas demasiado avanzadas para toda esa horda de seguidores y neófitos. Aunque claro. No necesitamos abrir puertas…Pienso en las únicas puertas que me interesan y recuerdo que nos han sido prohibidas y me duele…Tan sólo el estar ante aquellas hojas majestuosas de metal bruñido llenas de runas y de glifos sofisticados que reaccionan a nuestra bruma y a nuestra presencia…Me llenan de un éxtasis eléctrico que se prolonga días y días…Más de lo que honestamente quisiera permitirme.
  • La cabeza de León!…¿Por qué me preocupa siquiera? - Y veo esos ojos vidriosos de un cristal exquisito y entintado con el más cuidadoso esmero. ¿Qué efecto grandilocuente es éste? ¿Acaso es otra de tus tretas, viejo Mathews?
Los fantasmas se retiran. Huyen despavoridos en todas direcciones…¿Pero qué los espantó así? En el nombre de las puertas etéreas, qué diablos puede asustar a un espectro que ha dejado atrás su dura y cruda corteza externa?
Muevo mis dedos hacia la tornamesa y hago silenciar los cánticos sacrílegos que en otros ayeres llenaban de fantasía mi bello mundo de color pétreo oscuro. Mis ojos muertos escrutan el lugar de arriba a abajo, sin distinguir nada vivo, nada fantasmal. No hay un solo sonido, ni la más ligera perturbación.
Salgo al exterior y sólo veo una profunda oscuridad; el bosque de árboles cubiertos por la nieve; alguno que otro cuervo que devuelve mi mirada…Pero que permanecen donde están. Dos o tres lobos luchando por la comida, pero están demasiado lejos..El riachuelo semi congelado y su arrullo discreto. Nada ha cambiado aquí, nada cambió adentro…¿Por qué se fueron así?…Imposible que ellos hayan visto algo que yo no.

Pero adentro, la música vuelve a escucharse. Regreso al instante y busco al responsable. Nada…Nada salvo una inquietante sensación difícilmente clasificable.
  • ¿Dónde estás Mathews?, ¿por qué te escondes de mi?…¿Y cómo es que puedes hacerlo?…Nada se me escapa! - exclamo con todas mis fuerzas, procurando hacerme escuchar incluso en el plano material, pero no hay ningún interlocutor y las ondas vibratorias producidas por mi  voz se desvanecen hasta perderse en el vacío.
Esperen un segundo…Las letras…No son las letras originales de la canción. Alguien me cantaba, o mejor dicho, me hablaba a través de la tornamesa y del vinil que yo misma había puesto cuando llegué…
  • “Atrapar…El medievo loca te volvió, y ahora los cuervos tus huesos buscan, pero no hay alma que conozca su paradero…Tus huesos el chamán invocará; la negra misa apenas inicia, y tu alma atrapada por siempre estará…”
  • ¿Qué truco es éste?…Exijo que te manifiestes ante mi, Señor!…
  • “Baila para mi, dulce y negra princesa…Un último baile, mi Señora; un baile en la casa de los espejos, en lo alto de la montaña…Pero ocúltate del León que devora las entrañas; que tus pisadas fantasmales no te lleven hasta su guarida…Baila en silencio y retoza en los campos de flores marchitas, donde no hay luna ni viento que lleve lejos tus gritos…”
  • ¡Mathews!…¿Eres tú?…Exijo que te presentes ante mi!
Mi esencia y mis memorias; brillantes todas ellas…
Mis pisadas encantadas y la niebla que venía después…
Agujerada me siento ya, por no poder escapar.
Pierdo una cosa primero, otra después.
Bailo sin querer bailar y tiemblo al no poder parar.

Pero esos ojos de cristal malditos; esa cabeza en la pared…Mi aliento se llevan.
Atrapada en otra dimensión estoy, y de mis pisadas no soy dueña más…
Es terrible que termine así, mas de alguna forma había de terminar.
Engañada por el conde de los trucos; el sultán de los ritos de los cuales nadie habla…
La música continua y los versos pronuncian mi nombre una y otra vez.
Encantamientos arcanos y bailes sin luna de por medio…

La noche se apaga y el tiempo se estira.
No hay luz que me acompañe, ni estrellas en el firmamento.
Sólo un par de ojos que ni vivos están.



Sólo son de cristal y nada más.

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