miércoles, 10 de enero de 2018

Nibiru - Parte 8

Los hermanos y Mina Onara

Bruselas, Bélgica.

5 autos blindados y sofisticados circulaban por la Rue Royale hasta detenerse en la entrada del Palacio Real de Bruselas, alrededor de las 9 de una noche realmente fría. Uno de los guardias les dió acceso y los vehículos se internaron rápidamente en la zona de aparcamiento. Una de las ventanas del tercer auto descendió para permitirle a cierto tripulante asegurarse de que la bandera del país no estuviera izada, ya que eso significaría que el Rey no se encontraba en el Palacio, aunque eso era algo que de antemano ya había sido negociado; algo que él sabía, pero que de todas formas sintió curiosidad por comprobar. “Los hombres y sus protocolos”, pensó.
Al detenerse los vehículos, los 3 hermanos descendieron (cada uno desde distinto auto), junto con sus acompañantes. Era improbable que alguien notara la diversidad de estaturas de aquel grupo, en el que el más alto medía alrededor de los 1.90, mientras que el más bajo, cerca de los 1.50.

El cuerpo de seguridad del evento escoltó a la comitiva hacia uno de los salones del Palacio; el lugar donde se llevaría a cabo la reunión.
El hermano que había vigilado el asta de la bandera constató que había guardias y personal armado prácticamente en cada esquina de los recintos; en cada corredor y en cada entrada o salida. A medida que avanzaban constataba también el informe que le daban a su gente vía radio: el Palacio era una fortaleza altamente fortificada. Había cuerpos de policía y militares en calles y avenidas aledañas…”Seguramente ni tienen idea de qué o a quienes están protegiendo esta noche”, pensó.
A pesar de que todos y cada uno de esos hombres había sido investigado y entrevistado por su propio staff, no dejaba de sentir cierto temor; cierta inquietud sobre algún imprevisto…Cualquier hombre puede ser comprado. Eso lo sabía de sobra. Y por ello, se aseguraba siempre de contar por lo menos con un hombre adicional al del bando opuesto.

5 minutos más tarde, el grupo llegó hasta la entrada de uno de los salones más importantes del Palacio. Ahí la seguridad era aún mayor, como pudieron comprobar. Todos debían de cruzar y pasar por tres filtros de seguridad. El primero de ellos: revisión contra portación de armas; lo de rutina. El segundo: revisión personal por medio de por lo menos dos contraseñas cifradas (entregadas previamente, por supuesto), junto con algunas preguntas de confianza. El tercero: escaneo de retinas y huellas dactilares.
Al final de las pruebas, Andreas Rostov, el anfitrión de la reunión entre los dos grupos, esperaba pacientemente a que los hermanos llegaran hasta su posición.
Andreas saludaba afablemente a cada hermano que iba llegando e inmediatamente después, regresaba al cuidado de su poblado bigote de color rojizo y a inspeccionar visualmente el proceso en general. Llevaba un esmoquin negro sofisticado al cual no se le podía encontrar ni siquiera una simple mota de polvo, aunque el pin que llevaba en su solapa era indistinguible. Probablemente era un micrófono o una cámara espía de alta definición.
  • Ah!, por fin estamos todos listos. Por aquí, caballeros - Dijo, y los hermanos lo siguieron hacia el interior del salón, que contaba con 3 cuartas partes de la iluminación y todas las cortinas desplegadas sobre las ventanas existentes. Una gran mesa central, servida ya con exquisitas viandas y cocteles los esperaba.
Era común observar a camareros y sirvientes ir de un lado a otro, así como a miembros del equipo de seguridad, portadores todos de un listón marrón en el brazo derecho.

Andreas les indicó sus lugares y él tomó el suyo del otro lado de la gran mesa, junto con su equipo de asesores: tres hombres (vestidos igualmente de ropas finas) y una dama adulta de alrededor de unos cincuenta y tantos años, desconocida hasta el momento por los hermanos.
Notaron que Andreas tenía frente a él un dispositivo electrónico, una tableta o portátil ultra delgada, misma que comenzó a manipular, escribiendo directamente sobre su pantalla.
  • Señores, a nombre mío y de mi empleador, les damos la más cordial bienvenida a Bruselas. Esperamos que hayan encontrado adecuadas y aceptables sus habitaciones y su hotel. Les agradecemos hacer este viaje tan largo y estar aquí en una noche tan trascendental para nuestras dos organizaciones.
  • Para la de ustedes, querrás decir. No es claro qué ganamos nosotros en todo esto - soltó uno de los hermanos.
  • Ja, ja, ja…Señores, señores…No nos precipitemos, por favor. Tenemos media hora más para cenar y refrescarnos. Les ruego que no nos adelantemos a los negocios…
  • Yo digo que sí. Hay que hablarlo ya. No perdamos el tiempo, Andreas - Comentó el segundo de los hermanos.
  • Amigos míos! Estoy seguro que no se querrán perder el platillo especial de Auguste, nuestro chef de París. ¿Han probado…?
  • Al diablo la comida!…No la aprobamos. ¿Está tu empleador escuchándonos?
  • Naturalmente…Em…¿Shinzu, tú también piensas lo mismo? - preguntó Andreas al tercer hermano, quien no había hablado hasta el momento. Shinzu movió la cabeza afirmativamente, confirmando así su acuerdo con los otros dos.
  • Bueno, bueno…Siendo así, procedamos entonces con la reunión. Denme un segundo nada más…
  • ¿Qué es lo que quieren ustedes, Andreas?
  • Claro, claro…Lo que queremos nosotros es conformar una alianza con ustedes. Estamos seguros que juntos, podremos sortear las dificultades y la situación que tenemos actualmente…
  • Corta el rollo, ¿quieres?…¿Qué es lo que quieren?
  • Vaya que son directos ustedes… - Andreas desvió entonces la mirada hacia su tableta y pareció estar leyendo algo en su pantalla. “Probablemente las indicaciones o la respuesta por parte de su empleador”, pensó Shinzu.
  • ¿Y bien? - Preguntó Kun, el primero de los hermanos.
  • Queremos pedirles que no abandonen el planeta. No aún, por lo menos. Sabemos que tienen los medios para hacerlo. Queremos que sepan que la organización tiene en marcha uno de los proyectos más ambiciosos que hemos emprendido jamás, con el cual tomaremos el control de la situación global. Ustedes conocen nuestro posicionamiento, y su grupo puede beneficiarse ampliamente de una sociedad con nosotros. Es una garantía que sólo nosotros…
  • Están asustados y buscan salvar sus blancos y pálidos traseros - interrumpió Wang, el segundo de los hermanos.
  • Eso no es verdad, Wang, por favor…Miren, estamos manejando aquí márgenes de perdidas, y por supuesto que nos preocupa el daño que está sufriendo y que aún sufrirá nuestro planeta, pero nuestra organización está lo suficientemente posicionada para salir adelante y por encima de cualquier otro grupo, gobierno, sindicato, país…
  • ¿Acaso son tan arrogantes como para estar seguros de cuánto se perderá?…¿De cuántas vidas se perderán al final? - continuó el mismo Wang.
  • Nuestro programa busca minimizar las perdidas al máximo. ¿Están al tanto de la reubicación de los 10 mejores científicos Chinos y de 20 de los más talentosos ingenieros y tecnólogos de su país?
  • ¿Reubicación?…¿Podríamos llamarlo más bien “rapto”?
  • Nada más lejos de la verdad. Ellos se encuentran perfectamente bien en nuestras instalaciones de América del Norte, libres de ir a donde les plazca. Les podemos dar su ubicación exacta.
  • Solamente si firmamos ese pacto que tanto necesitan, ¿No, Andreas?
  • Caballeros, por favor!… - Se escuchó a través de los parlantes y bocinas dispuestas alrededor del salón. Se trataba de una voz sintética a todas luces. Probablemente la cabeza de la organización. Aunque sonaba con un tono masculino, no se podría afirmar que ese era el género del misterioso dirigente, a quien nadie había visto jamás, ni siquiera el mismo Andreas - por lo que sabían los hermanos.
  • Les aseguro - continuó la voz - que nadie; absolutamente nadie dejará este planeta sin mi autorización. Ni siquiera ustedes. He dispuesto los mecanismos suficientes para garantizarlo. Derribaré cualquier nave que lo intente. Andreas, podrías por favor mostrarles a los señores tu pantalla?
Andreas Rostov giró entonces su tableta hacia donde se encontraban los 3 inquietos hermanos. La pantalla mostraba las imágenes que enviaba una videocámara aparentemente en vivo. En esas imágenes se podía apreciar una habitación sencilla, equipada únicamente con una cama pequeña, una mesa y una silla. Una figura masculina comenzaba a moverse de un lado a otro de la habitación. Vestía ropas comunes, aunque a falta de color, bien pudiera pensarse en ropa de cárcel.
  • ¿Quién es?…Responde! - Indicó un enfurecido Kun.
No obtuvo una respuesta inmediata, pero la videocámara comenzó a hacer un zoom sobre el rostro de aquella persona cautiva. Cuando la imagen estuvo lo suficientemente cerca, el individuo miró hacia la cámara. Probablemente se había percatado del movimiento de dicha cámara ahí donde lo tenían. Los 3 hermanos no daban crédito a lo que veían…
  • Shen!… - exclamó el mismo Kun.
  • El Señor Shen es nuestro huésped también - respondió Andreas - Detectamos que su “transporte” enfilaba hacia la atmósfera del planeta, y como su salida no había sido autorizada, dispusimos entonces su derribo. Les aseguramos que él no sufrió daño alguno, aunque desgraciadamente, el resto de la tripulación no corrió con la misma suerte.
  • Malditos bastardos!… - Ladró Wang, al tiempo que golpeaba enérgicamente la mesa - ¿Creen que esto nos va a intimidar?…Pueden matarnos a los tres aquí mismo y no conseguirán nada!
  • Por favor, Señores!…No llevemos el tono de nuestra discusión a esas instancias tan desagradables - respondió Andreas.
Shinzu, quien era el más reservado y calmado de los tres, miró a su alrededor y confirmó lo que se temía: no veía a nadie de su gente en el salón. Todos habían sido extraídos en silencio y probablemente al mismo tiempo con la máxima discreción. Todos menos uno, pues pudo comprobar que su infiltrado aún seguía en su posición, listo para actuar a una señal suya.
Era evidente que si los hubieran querido matar, ya lo hubieran hecho y se hubiesen ahorrado todos aquellos gastos en los que habían incurrido ya. La organización estaba “presumiendo” e intimidando. Y era igual de evidente lo desesperados por llegar a un arreglo con ellos…Shinzu sólo temía que dicha desesperación los llevase a extraerles más información de la que era prudente compartir. Sí debían de llegar a un arreglo, y recuperar a Shen debía ser parte de la primer condición. ¿Qué tanto podía resistir Shen a los métodos de tortura de la organización? ¿Cuanto había divulgado hasta el momento?
  • Queremos a Shen!
  • Shinzu!…Esa voz me agrada, ja ja ja! - rió Andreas, quien al instante giró su tableta y chasqueó los dedos para que al momento, tres camareros sirvieran al mismo tiempo un vino tinto en las copas de los hermanos. Sólo Shinzu tomó la copa y degustó el vino que le habían servido. Los otros dos hermanos aguardaron y respetaron el liderazgo de su hermano.
  • Tenemos una intrusión - declaró la dama adulta que acompañaba a Andreas y que no había hecho comentario alguno hasta el momento - Alguien con un poder mayor al mío ha burlado la seguridad y está por entrar al recinto…
  • ¿Qué?…¿Estás segura?!…- Ladró un asustado Andreas - Gente!, a la entrada ya, ya, ya!…
Un nutrido grupo de matones corrió hacia la entrada del salón, al tiempo que Shinzu dirigía una discreta mirada hacia su agente de seguridad infiltrado, quien no se había movido con la misma velocidad que los demás, pero que ahora se dirigía también hacia la entrada, un tanto rezagado de los demás.
Lo que ocurrió enseguida fue rápido: todo dentro de un lapso de tiempo de entre medio minuto a un minuto. Uno a uno, los miembros de seguridad fueron cayendo al suelo, como si se hubieran desvanecido. Uno de ellos alcanzó a efectuar dos disparos. El último de los cuales pegó en el techo antes de que el individuo cayera al suelo noqueado por una especie de fuerza invisible. El elemento fiel a Shinzu se escondió tras una de las columnas y con arma en mano, aguardó a que el agresor se revelara.
Una mujer, aparentemente no mayor de 40 años, ataviada de un vestido largo color rojo, tacones altos, sombrero y lentes oscuros hizo acto de presencia y se enfiló hacia la mesa donde aguardaban todos.

Shinzu dirigió la mirada hacia donde se encontraba la dama adulta, a la derecha de Andreas. La señora era presa de temblores y un claro sudor recorría su frente. Su vista enfocada en la mujer que acababa de llegar. Segundos después ella también perdía la batalla y se desplomaba sobre la mesa, rompiendo un par de copas y derramando el costoso vino tinto que se les había servido.
Andreas y sus asesores permanecían sentados e incapaces de hablar, mientras la recién llegada se desprendía de su sombrero y de sus lentes oscuros. Dirigió entonces una mirada despreocupada a los que se encontraban en la mesa y se detuvo en los hermanos.
  • Mina!…Mina Onara!…¿Qué diantres haces aquí? No estás autorizada a estar aquí!
  • Calma, Andreas…Ya verás cómo sí me necesitas. ¿Me presentarías con los caballeros, por favor?
  • ¿Quién es la Señorita, Andreas? - Preguntó Kun.
  • Alguien que se marchará enseguida!, por fav… - Andreas no completó su frase pues al instante fue presa de temblores similares a los que padeció la dama que yacía inerte a su lado, sobre la mesa. Uno de los asesores cayó de la silla y salió corriendo del salón. Los otros dos no atinaban qué hacer, al igual que la servidumbre, quienes habían optado por comenzar a alejarse discretamente de la mesa.
Mina dirigía miradas inquisitivas a los tres hermanos por igual; miradas profundas y penetrantes. Shinzu alcanzó a ver como su infiltrado comenzó a acercarse a las espaldas de la chica. Llevaba su arma cargada y lista para usar…Quizá el error de Shinzu había sido no darle la señal para actuar durante esos terribles segundos y minutos que duró todo.
Andreas se desplomó inerte también, y al instante, aunque demasiado tarde, Shinzu comprendió lo que la chica había estado haciendo con los tres, pues ella les preguntó…
  • ¿Dónde tienen a Enki?

Y el disparo se produjo. La bala fue enviada en línea recta hasta encontrarse con la carne y la sangre de su nuevo anfitrión.

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