sábado, 7 de febrero de 2015

Nibiru - Parte 2

"Ninguna noticia todavía del Boeing 747 de China Eastern Airlines que desapareció del radar el pasado 5 de Abril cuando sobrevolaba el Océano Índico en su viaje a Indonesia. Se teme por la vida de los 300 pasajeros más la tripulación..."

Malas noticias por todas partes. Terremotos en Perú y en México...Sequía desesperante en el sur de África; el Volcán Hawaiano que amenazaba con estallar en los próximos días...Y lo del avión. Mis ojos no daban crédito a los titulares de esa mañana.
Me encontraba desayunando en el Café del Señor Prasad, quien había llegado desde la India hacía muchísimo tiempo, junto con su numerosa y singular familia (bueno, sólo había traído a los hijos. No a la esposa...Jamás nunca contó por qué razón la había dejado en la India). Para mi era como una tradición desayunar los Domingos en el Café del Señor Prasad; disfrutar del agradable calor matutino mientras saboreaba por lo menos dos tés de hierbas y especias aromáticas e importadas, así como un maravilloso Thali servido como lo indica la tradición.
Sin embargo, esa mañana de Domingo no fue placentera. El mundo se convulsionaba y los desastres acontecían en cada esquina. Digamos que no me encontraba particularmente feliz de entrada.


Habían pasado dos semanas desde mi encuentro con el Señor Chamberlain y no lo había vuelto a ver...Por supuesto que al día siguiente, luego de ese encuentro, fui a investigar un poco sobre la inusual costumbre del tipo, de visitar la librería de la Señora Miller todos los días, pero la distraída mujer (extraño en alguien que vende libros, la verdad, pero no perdamos el hilo!) jamás se había percatado de ello; sí recordaba haberlo visto una que otra vez pero no era consciente de su visita diaria.
¿Qué tanto era verdad en el Señor Chamberlain y qué tanto era mito?...¿Cuentos sin fundamento o historias sin la menor relevancia para nadie?. No lo sabía por aquel entonces. Yo había esperado que el sujeto me revelara algo más; que me hubiera visitado por lo menos una vez más, si aquella visita mía a la librería había despertado tanto interés en él...Y estaba la cuestión del libro también.

No me tomó más de una semana terminar de leerlo, pero ello no me respondió nada en lo absoluto. Yo me sentía lo suficientemente mayor como para no creer en cualquier historia conspiratoria que a alguien se le ocurriera, sobre todo si se trataba de una milenaria raza alienigena de Reptiles aún entre nosotros, gobernándonos y controlándonos como si fuéramos unos chiquillos malcriados y berrinchudos que no son capaces de salir adelante por sí mismos.
Según el libro, los seres Humanos habíamos sido creados o modificados (mediante alguna clase de ingeniería genética) por ellos, por los Annunaki; partiendo de algún homínido que por entonces se encontraba en la Tierra, algún "Homo-no-sé-qué".
No me resultó agradable imaginarme como una esclava, o pensar en que el grueso de la civilización humana estaba siendo manipulada por fuerzas extrañas y por inteligencias mucho más desarrolladas y codiciosas. Y yo que pensaba que nadie nos ganaba en ese aspecto!

Envuelta en esas cavilaciones estaba cuando recibí una visita inesperada (algo que extrañamente me estaba pasando mucho últimamente, debo decirlo). Alguien había entrado al Café y se dirigía directamente hacia mi. Yo tenía la mirada puesta en mi taza de té pero alcance a ver de reojo el movimiento de esa sombra ambulante que venía en gabardina y sombrero negro; gafas oscuras y facciones afiladas; alto y de rápido andar...No tardó en situarse a mi lado y preguntarme si me podía acompañar en la mesa.

- La Señorra Barnessss, supongo, ¿ya?
- ¿Ya?, ¿qué quiere decir?...Sí, soy Agatha Barnes. ¿En qué puedo ayudarle?
- Esperro no molestar. ¿Ha terminado su desayuno?, ¿le puedo acompañarr un momento?
- ¿Cómo me conoce?...Sabe, no suelo estar acompañada cuando...

El tipo sin embargo, no esperó a que terminara de explicarme y se sentó en frente de mi. Depositó su sombrero a un costado de su asiento y removió sus gafas solamente para descubrir unos insólitos e inigualables ojos verdes, como jamás había visto en ninguna persona.
Luego de una revelación como esa, cualquier objeción que pudiera tener se esfumó y de pronto desee escuchar lo que fuera que el desconocido quería contarme. Sus ojos eran como dos esmeraldas ardientes...Tan vivas y tan irreales al mismo tiempo...

- Perrrdone. Tiempo es esencial. ¿Ha visto a esta persona últimamente? - El sujeto había deslizado hacia mi una fotografía, en blanco y negro, de una persona tomada de perfil que parecía no haber consentido en que se le fotografiara. Y al principio no lo reconocí, pero me di cuenta que la foto había sido tomada - quizá - mucho tiempo atrás.
- El Señor Chamberlain!...
- Corrrecto, lo conocemos por ese nombrre. ¿Le ha visto en estos díasss?
- No. No lo he visto recientemente. Hará dos semanas desde que lo vi, pero, ¿qué tiene qué ver esto conmigo? Yo apenas lo he saludado. Realmente no lo conozco; no sé dónde vive o a qué se dedica. ¿Quién es usted?
- Ya, es imporrrtante para nosotros que nos ayude a localizarlo. ¿Qué le ha dicho este perrsona, de qué ha platicado con usted?
- ¿Es alguna especie de investigador?, ¿policía?...Porque si no es así, no tengo por qué contestarle nada, ¿sabe? Este es un país libre y...
- Ahorrese el discurso de país libre, por favorr. No es necesario...Verrá...Es de suma importancia encontrar a este persona...
- "Esta persona", se dice esta persona!...No "este persona" - La verdad, el tipo no era lo suficientemente guapo como para que yo le tolerara un interrogatorio de ese tipo. Aunque debo de confesar que comenzaba a asustarme un poco - Lamento no poder ayudarlo. Las conversaciones que yo tenga con alguien son mías y sólo mías. Si hablo sobre como cocinar un pastel de Arándanos o sobre la vida y muerte de Jesucristo, es algo que no le concierne a usted, ¿le queda claro?...
- Aunque resulte difícil de creer, Señorra Barnesss...Realmente deseo ayudarla y también a su gente.
- ¿Mi gente?, ¿qué gente?...¿Mi familia?, ¿por qué necesitaría mi familia de su ayuda, Señor desconocido?
- Chekov...Vasily Chekov.
- ¿Qué?
- Ese es mi nombrre, Señora Barnesss.
- Muy bien. ¿Terminó ya, Señor Chekov?, porque no veo cómo pueda ayudarlo, aún si quisiera.

En ese momento, mi taza de té comenzó a temblar en la mesa; todo el lugar se estremeció; nos miramos unos a otros con incredulidad y al tiempo que nos preguntábamos "¿está pasando realmente?", algunas cosas comenzaron a caerse; escuché platos rompiéndose y cubiertos rebotar contra el suelo...Algunas personas incluso se levantaron y de inmediato se enfilaron hacia la salida, ante la mirada atónita del Señor Prasad, que veía como huían sus clientes...Sin pagar.
Todo pasó muy rápido. El temblor no había durado más de un minuto y afortunadamente de mediana intensidad, según mis propios parámetros. Y me di cuenta que ni el Señor Chekov ni yo nos habíamos levantado siquiera. Sus ojos como dos faros de color verde seguían fijos en mi; imperturbable y calmado; sus manos descansaban tranquilamente sobre la mesa...¿Se habría enterado el tipo de que había temblado hacia unos instantes?

- Recuerrde que le dije: tiempo es esencial. Que tenga buen día, Señora Barnesss - Y al decirme esto, recogió sus gafas, su sombrero y se dispuso a marcharse.
- Espere un momento!, ¿también usted se va a ir así como así, sin darme ninguna respuesta?
- Bueno...Yo pensé que usted no querría hablar de nada.
- Por lo menos digame para qué está buscando al Señor Chamberlain.
- Porrrque necesitamos encontrarlo...Y usted también, Señorra Barnesss. Él sabe...Digamos que posee información vital. Por favor, si tiene noticias de él, llame a ese teléfono, ¿ya?
- ¿Qué teléfono? - Su mirada me indicó que tenía que bajar mi vista a la mesa y, sorprendentemente, una tarjetilla blanca yacía entre mis manos. Alcanzaba a ver un garabato numérico escrito en su superficie, pero mientras tomaba la tarjeta reflexioné...¿En qué jodido momento la puso ahí?, ¿Desde que llegó?...¿Durante el temblor?
Cuando levanté la vista, la sombra del Señor Chekov se enfilaba ya a la puerta de salida, y sin embargo, se detuvo ante ella y esperó unos segundos. Sin volverse totalmente hacia mi, me alcanzó a decir:

- Revise el librro que compró hace poco, Señora Barnessss...Lea el capítulo 9.

Y así fue como terminó. El sujeto abrió la puerta y se marchó. A mi alrededor, la gente murmuraba y recogía cosas...Yo simplemente no salía aún de ese estupor. Eran tantas las cosas que estaban pasando...Que no podía perder tiempo (después de todo, ¿no era eso lo que insistía el Señor Chekov?, ¿que el tiempo era esencial?). Mis manos comenzaron a hurgar en mi bolso y enseguida lo encontraron. Lo saqué y lo puse en la mesa, frente a mi.

Localicé el índice y observé el número de página. Capítulo 9. Pasé las hojas hasta llegar a dicha página.
El título decía...

"Nibiru, el gran planeta rojo"

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