viernes, 26 de abril de 2013

La Receta Perfecta - Parte 1


Les juro que yo sólo iba al dentista. Sólo a eso...Y terminé asociándome con el hombre del sombrero. Y se puede decir que mi vida se descompuso totalmente, a partir de ese momento.
Pero veamos, todo comenzó cuando yo iba yo a una simple limpieza dental. Llegué a tiempo a mi cita, un Sábado como cualquier otro, a las 10 de la mañana. Me encontraba esperando que la Doctora Domínguez se desocupara; recuerdo que jugaba con mi celular cuando una curiosa y ajena conversación comenzó a colarse por mi oído izquierdo (mi oído espía, como solían decirme algunos de mis conocidos)...

- Así es, amiga. Debes ir inmediatamente con él. A mi me curó por completo.
- ¿Pero cómo te curó?, ¿qué tipo de tratamiento te dió?
- No te puedo decir, lo único que sé es que a partir de que lo vi, yo dejé de ver insectos recorriendo las caras de las personas.

¿Qué?...Yo...Yo también padecía de aquella situación rara. Nunca lo había admitido ante nadie ni lo había revelado a ninguna persona. Era algo que aunque no me sucedía muy a menudo, era sumamente perturbador cuando ocurría. Era algo que mantenía como el mayor de mis secretos.
Yo había llegado al punto en que no le daba ya demasiada importancia. Muchas veces me había atrevido a tocar los rostros de esas personas; traté de agarrar o sacudir aquellos bichos repugnantes que les veía en los rostros, pero...En cuanto tocaba la cara de la persona, todos esos insectos se esfumaban y yo quedaba como un perfecto idiota, en el mejor de los casos.


- Disculpe, Señora...¿Acaba de decir que alguien la curó de ver insectos en las caras de las personas?
- Sí. Eso es lo que dije, Jóven...Oh!, no me diga que usted también padece de eso? Dios mío, pero esto es una epidemia!
- Amable, Señora. Yo no sabía que esto le pasaba a alguien más. Yo siempre pensé que era algo que me afectaba a mi solamente...Esas visiones son...
- Muy reales, ¿verdad?
- Oh sí. Es inquietante. ¿Puede darme los datos de esta persona, por favor?...¿Es un psicólogo; un neurólogo reconocido?
- Nada de eso!...Es un instructor de baile. ¿Tiene con qué anotar el domicilio?

Pues bien, sí...Anoté el domicilio; entré para mi limpieza dental y al salir, las dos señoras ya se habían marchado. La clínica albergaba a varios doctores y especialistas. Pudieran estar con un doctor distinto...En fin. No daba crédito a lo que me habían contado. ¿Cómo diablos podía creer que un simple instructor de baile podía curar una evidente condición psicológica?, ¿me habrían tomado el pelo?...¿Era así como este instructor solía llevar gente a su salón de baile?

Pasé un par de meses decidiendo el si le daba una oportunidad o no al disparate del instructor de baile. La verdad es que yo ni tenía ningún interés en saber bailar, pero a manera de presión...Parecía que veía insectos más a menudo. ¿En 10 de cada 100?...¿Cómo era posible que no sintieran sus patitas por toda la cara, el cuello (y vayan a saber por dónde más)?
No quería admitir que estaba un tanto desesperado, pero realmente lo estaba. Tenía que hacer algo antes de que la cosa empeorara. Sufría terriblemente cada vez que me veía en un espejo. Nunca veía nada en mi, pero ahí estaba yo frente al otro yo; escrutando sus pupilas en busca del defecto; haciendo gestos aunque no para comprobar la elasticidad de los músculos, sino más bien para ver si así conseguía hacer salir a los bichos.

Transitaba por la segunda semana del tercer mes cuando mis pasos me llevaron inconscientemente hasta el dichoso salón de baile. Era ya entrada la noche. No albergaba tampoco muchas esperanzas de que aún me pudieran recibir. Quizá yo mismo me había saboteado la visita y la indecisión que reinaba en mi me había inclinado a visitarlo ya tarde.
Pero el salón de baile no era tal. Volví a comprobar los datos que yacían en la pantalla de mi celular, y mis cansados ojos se volvieron a posar sobre el número que se encontraba sobre mi, en la fachada de aquel sitio..."Pues éste es el 3214 de la calle Silvestre Revueltas...Y sin embargo, no estoy frente a ninguna academia de baile sino...ante una pequeña...librería". Vaya que me la habían aplicado...Bien y bonito. Estúpido ingenuo!
Me disponía a marcharme; había dado media vuelta ya cuando una campanilla sonó a mis espaldas y la voz de una persona llenó los pobres espacios auditivos que aún tenía abiertos.

- Tú no marchar. Quedar, por favor!

Me giré para ver al propietario de la voz y probablemente, de aquel lugar al cual me habían enviado con tontas artimañas...Se trataba de una persona bajita. Asiático, quizá Japonés. Lucía un traje antiguo o modesto y su cabeza era coronada por un simpático sombrero, también de apariencia antigua. Sin embargo, lo más perturbador era el enjambre de insectos que recorrían su rostro. Largos gusanos salían de sus fosas nasales y arañas enormes colgaban del sombrero y se mecían junto con él, cada vez que hablaba.

- Tú necesitarme.
- ¿De verdad?

Contínua...

No hay comentarios:

Publicar un comentario