martes, 7 de noviembre de 2017

El baile del fantasma

Desde que llegamos siempre quise quitar esa maldita cabeza de león que cuelga sobre la chimenea. No servía de nada mirar las cortinas de los años setenta o la luminosa lámpara de lava que aguardaba en una de las mesitas del pasillo; o los clásicos en vinil que colgaban y que tapizaban toda una pared. Invariablemente siempre volteaba a ver aquella salvaje cabeza de león de ojos más vivos que los míos, y aquellos colmillos enormes que sin embargo deseaba tocar con mis manos.
No había más cabezas de animales disecados. Solamente aquel león, pero lo acompañaban varias fotos de expediciones y viajes a distintas partes del mundo. Sobresalían varias fotos en el desierto, y con las pirámides. Supuse que nuestro viejo amigo Mathews quedó prendado de Egipto y de buena parte del continente africano.

Mathews tenía una moderna tornamesa, conectada a su equipo de sonido de última línea. Y yo realmente no resistí la tentación de tomar un vinil de la pared; sacarlo de su funda, prender la tornamesa y lo demás que necesitaba para escucharlo. Recordaba muy bien qué botones activar pues había visto cómo lo hacía el viejo y gruñón de Mathews.
Tomé con cuidado la aguja y la ubiqué sobre el disco que ya giraba a las revoluciones necesarias. El sonido gótico majestuoso de “Spleen and Ideal” de Dead Can Dance comenzó a inundar la habitación y a apoderarse de mi mente.