miércoles, 28 de enero de 2015

Nibiru


Todavía recuerdo aquel día; cuando la llovizna de la mañana y los posteriores e incipientes rayos del sol sacaron a la gente a las calles. El clima era estupendo y se notaba en el ánimo general de todo mundo.
Había un nutrido grupo de señoras haciendo el mandado y peleando las mejores verduras en el mercado de la 23 y Olson; todas las sillas de John McEnzie - el peluquero del barrio - estaban ocupadas y por lo que escuché, platicaban del partido de béisbol del día anterior; la Sra. Miller trabajaba afanosamente ordenando sus libros de pasta gruesa que vendería a precio de promoción. No pude evitar detenerme unos momentos ahí para ver si me llevaba algo; algún best-seller de hace 5 años todavía en buen estado...Sin embargo, un viejo libro de pasta color verde me llamó la atención. El título era "La Verdadera Historia de los Annunaki", y no pude evitar recordar aquel video documental que había visto en el canal cuasi-científico del cable. Algo...Algo me hizo tomar ese libro y llevármelo.
No es que quisiera saber más sobre esas teorías de los antiguos dioses de los Sumerios...Yo era tan ajena al tema como un Senador lo sería al mundo del modelaje y de las pasarelas, pero...No sé. Hay veces en que uno simplemente siente ese impulso de hacer algo en especial, y en primer instancia no tienes una explicación coherente sobre por qué lo hiciste.


Minutos más tarde abrí las puertas de mi florería, eran como las 10 con 5, y busqué la primer sección del periódico para ver las noticias de la comunidad. Sólo los encabezados, como siempre y como tenía acostumbrado.

Esa fue la mañana en que conocí al Sr. Chamberlain.

Alto y delgado; con gabardina beige elegante y un sombrero discreto adornado con un cintillo blanco. Calculo que en ese entonces tendría unos 50 años, aunque realmente no aparentaba tantos. Su poblado bigote de un negro azabache solía alterar la percepción de su edad.
Yo no lo conocía, o mejor dicho, no lo había tratado antes...Aquella era la primera vez que visitaba el negocio, y entró sin más para ver lo que tenía en exhibición. Me saludó secamente en cuanto me vio.
He escuchado tantos "Buenos días" en mi vida como para saber si provienen de un cliente seguro o bien, de un oportunista que busca hacer la suya y conseguir algo sumamente barato. Pero...Sus "buenos días" no me decían mucho. Sobre todo porque estábamos hablando del Sr. Chamberlain! El tipo tenía su historia...Falsa o verdadera, pero una historia que había cobrado popularidad entre la "casta del chisme"; ese grupillo simplón y badajo que se reunía los Martes en el Café de la Esquina, dentro del cual yo tenía a un par de clientes que ocasional e involuntariamente me prestaban un "valioso" servicio al enterarme de las novedades en la orgullosa comunidad de Bredford Hills, cuna de buenas mujeres y de...hombres también.

Los rumores decían que el Sr. Chamberlain había enviudado jóven y que no tenía descendencia; que vivía solo como un ermitaño pero que era dueño de una fortuna incalculable y que presumiblemente la derrochaba en cualquier cosa; que allá donde iba tiraba el dinero o lo regalaba sin demandar algún favor. Esa era la parte que yo no creía. Jamás lo había visto comprar alguna cosa. Jamás lo había visto regalar algo a los indigentes en las calles (y vaya que estos lo buscaban y se le pegaban como las moscas al excremento...Ustedes perdonarán la comparación).

- ¿Le puedo ayudar en algo, Sr. Chamberlain? - Le dije, al ver que sólo se paseaba de un estante a otro, sin detenerse más de 5 segundos en cada uno.
- Así que...¿Usted también conoce mi nombre?
- Sí. Es decir...¿Quién no lo conoce a usted?...Es el Sr. Chamberlain!
- Ese es mi nombre, pero me pregunto por qué ha adquirido tal popularidad. Jamás he estado en su tienda...Jamás he hecho algo notorio por la comunidad. Espero que usted no crea también en ese montón de disparates que dicen sobre mi...
- Yo?...No, no. Claro que no. Nunca me ha gustado creer en...Esa clase de...Usted sabe.
- Y hace bien. ¿Cuál es su nombre?...¿Rose?
- No. Así se llama mi negocio. Yo me llamo Agatha...Agatha Barnes.
- ¿Señorita Barnes?
- Vaya forma de preguntar si soy soltera o casada, ¿no cree, Sr. Chamberlain?
- Usted disculpe. No son mis asuntos...
- No se preocupe. No se lo tome tan a pecho. ¿Le puedo ayudar en algo?...¿Qué es lo que está buscando? - No obtuve una respuesta inmediata. El Sr. Chamberlain parecía tampoco saber lo que buscaba...O quizá mi comentario mordaz lo había incomodado demasiado. Sin embargo, la respuesta llegó a los pocos instantes...Y no fue una respuesta que yo hubiera esperado. En absoluto.

- Verá, yo...Realmente estoy aquí para preguntarle algo.
- ¿De verdad?...¿Y qué puede ser eso, Sr. Chamberlain?
- Todas las mañanas paso por esta calle y me detengo en la librería de la Sra. Miller...Tal y como Usted lo hizo el día de hoy, según he podido comprobar. No es que yo la esté siguiendo, ni pretenda algo en especial de Usted. Sólo es una simple pregunta, se lo garantizo.
- ¿A qué viene tanto misterio?, haga la pregunta!
- Bien...¿Ha notado lo maravilloso que ha estado el día hoy?...El clima, el calor de la mañana...Yo creo que es algo que ha sentido particularmente el día de hoy.
- ¿Así que es eso?...Bueno, sí. La verdad hace un día estupendo ahí afuera, Sr. Chamberlain. Aunque, no veo qué tiene esto que ver conmigo o con mi visita a la librería. No alcanzo a ver hacia donde quiere llegar.
- Dígame, Agatha...En un momento dado...¿Extrañaría o echaría de menos un día así?, ¿un día como éste?

Yo seguí sin ver la conexión en todo esto; en sus preguntas...Pero justo en ese instante advertí que lo que miraba el Señor Chamberlain era el viejo libro que había comprado y que se encontraba encima del mostrador, junto con todas mis cosas. Tenía el tipo de mirada perdida, tal vez no veía nada en específico, pero su mente se encontraba también en algún otro sitio.

- Sí, claro que lo extrañaría!, pero...No entiendo. Podría ser más claro, por favor?, ¿a qué viene todo esto?
- Usted hace bien, Agatha, en no creer en ciertas cosas; en cuestionarse siempre, sobre la veracidad de lo que escucha o...Lee. Sin embargo, hay cosas que...Siempre habrá cosas que escapan al entendimiento "promedio"; cosas que jamás podrían explicarse a la mayoría de las personas. Yo siento que...Llegado el momento, Usted podría entenderlo.

Y sin embargo, no pude. No pude hacerle la pregunta. Tal vez algo me decía a mi misma que por más que lo intentara, no obtendría una respuesta de ese hombre. No ese día por lo menos...Y también me debatía en determinar si la cordura de ese individuo podía cuestionarse o no. Esa fue una de las mañanas más raras de mi vida...Y habría de vivir otras aún más, pero...Como dije, ese fue el día del primer contacto con el Señor Chamberlain.

Al no ver respuesta o comentario de mi parte, el Señor Chamberlain se quitó su sombrero y caballerosamente se despidió de mi deseándome un muy buen día. Salió de la tienda tan silenciosamente como había entrado y yo...Permanecí ahí de pie...Varios minutos. Tratando de asimilar qué había pasado y qué diantres habían tenido que ver sus preguntas con lo que yo había comprado en la librería.
No pude responderme nada, por supuesto...No en ese entonces, en todo caso.

Después...Pude comprobar que el Señor Chamberlain tenía razón porque...

El clima cambió.

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