martes, 15 de noviembre de 2016

39 - Parte 4

La casa de Leonel Alvarez se hallaba sumida en la oscuridad cuando él llegó; una casona de aspecto corriente al lado de otras tantas que también se hallaban apagadas y dormidas; muertas y frías a los ojos vidriosos del único remedo de espectro levantado en el vecindario.
Llevaba ahí largo rato, en el gélido interior de su auto apagado; estacionado justo fuera de la cochera de su casa...Su mente estaba en blanco y procuraba no hacerse ninguna pregunta por la cual obtendría una respuesta en automático; un "fax" no solicitado y mayormente en blanco salvo por un extraño emoticón en el centro del papel; cosas extrañas; cosas que se salían de ese más o menos estrecho universo material y simple al que él se hallaba acostumbrado.

Tenía la vista fija en la puerta y escrutaba todos aquellos detalles que ya le eran familiares (y que alcanzaba a ver, desde esa distancia); aquellas imperfecciones y golpes que había sufrido a lo largo de su historia.
La clave para mantenerse en control y no perder la cordura eran los "saltos de memoria", como él mismo los llamaba, y que básicamente consistían en elegir un recuerdo, profundizar en él, y luego desviarse en alguno de sus detalles; profundizar o recordar algo relacionado; desviarse y repetir el patrón...De forma indefinida; repetitiva...Hasta terminar en un punto totalmente ajeno, y con suerte, olvidar esos temores...Esas sombras que lo acosaban desde el principio. Eso se llamaba “evasión” y lo sabía muy bien, pero Leonel era muy afecto a etiquetar razonamientos o procesos mentales con nombres poco comunes. Los saltos mentales eran un escape perfecto de la realidad.


La puerta por ejemplo poseía una rajadura, apenas visible, en la parte inferior; y recordó el incidente en el cual se produjo; recordaba a ese par de escuincles que se habían presentado la noche de halloween de 3 años atrás y que ante la negativa de dulces gratis se vengaron con la madera de la puerta y corrieron para perderse en la noche y confundirse con los demás mini-monstruos que reptaban por las calles. Siempre se preguntó por qué permitían a los chicos salir con bastones de fierro (aún siendo parte de un disfraz infantil).
En esa misma noche terminaba su artículo para la Revista Mexicana de Psicología y se acordaba perfectamente del especial recibimiento y acogida de parte de sus colegas y amigos. Fueron días muy positivos...Y a raíz de su artículo conoció luego a la Doctora Ruth, con quien tuvo una fugaz pero efectiva relación, a lo largo de los siguientes 9 meses. La Doctora Ruth le habría de presentar luego al Licenciado Domínguez, un contacto importante que le permitió acercarse a la Fiscalía Especial y trabajar en un gran número de casos y enriquecer con ello su currículo profesional; aunque la remuneración económica no era del todo atractiva...Siempre esa patética excusa de que el "dinero no lo es todo". Aguardaba silenciosa como un pillo camuflado en las sombras de su conciencia; lista para salir en su "defensa" y sabotearse a si mismo cuando se decantaba por logros medianos.

Una parte de él se hacía abriendo esa puerta y entrando a un terreno familiar y seguro, aunque solitario...Otra parte de él prefería la soledad del auto y la ausencia de ruidos de la calle nocturna; por lo menos mientras reafirmaba todavía más su auto-control y apuntalaba la frágil  y endeble conciencia que le quedaba.

Luego de 39 minutos exactos y de algunos "saltos de memoria" adicionales, Leonel consiguió abandonar su vehículo y dirigirse hacia su casa. Abrió la puerta rápidamente y se enfiló hacia el interior sin encender luz alguna; después de cerrar visitó todas y cada una de las estancias para inspeccionar el estado de las cosas y confirmar que efectivamente seguía solo...Tal y como había sido por los últimos veintitantos años. Bueno...Alguna vez tuvo un pequeño pez, pero luego comprobó que las mascotas no eran lo de él, sobre todo si pensaba que estas eran totalmente auto-suficientes, al nivel de una escoba o de un decorativo jarrón Chino.
El pequeño Silvio - su pez - terminó a final de cuentas en la bolsa de la basura, junto con los restos de los hot-dogs de esa tarde y varias de las viejas revistas pornográficas suecas que le habían sido confiscadas a uno de sus clientes, en la penal 37.

Contrario a lo que él mismo esperaba, no sentía un cansancio demoledor…Sentía más bien una especie de curiosidad por revisar el material que le había entregado la Fiscal Especial, sobre el caso de Andrés Luna, pero al instante comenzó a ganar un fuerte deseo de desconectarse de todo cuanto fuera posible y consolidar sus defensas mentales; hallar un rincón muy en el fondo de la conciencia en el cual nada ni nadie lo encontrara, porque después de todo, nadie lo presionaba con el caso del multi-homicida.
Se dirigió hacia su estudio y encendió una pequeña lámpara de led que tenía en su escritorio. Su ipod yacía todavía incrustado en las bocinas, justo como lo había dejado por la mañana. Lo encendió y comenzó a reproducir la canción que había estado escuchando antes de partir: "Little Caesar" de Blondie.
Sus manos masajearon sus sienes mientras se desplomaba lentamente en su sillón de piel y se permitía que los suaves acordes de trompeta de la canción le transportaran a uno de sus destinos turísticos favoritos: El Caribe y sus aguas cristalinas...Se recordó de nuevo en la bella isla de St. Martin y buscó con la mirada la pintura que había traído del "Au coin des artistes": el retrato de una playa semi-desierta de colores alegres, con un sol radiante sobre un azul vivo y sorprendente que siempre lo había cautivado.
Al instante se encontró escuchando el suave romper de las olas y el murmullo del viento mientras se abría paso por las palmeras que le brindaban sombra; y las platicas distantes de la gente; anónimas y totalmente ajenas a él; hebras de material inservible que se extendían hacia la inmensidad azul pero que de cualquier forma terminaban por añadir algunas piezas a el mosaico de la escena; por lo menos un ligero barullo que no lo hacía sentir tan solo en aquel pedazo de tierra rodeada de tanto mar.

Los acordes y melodía de "The Tide is High" hicieron acto de presencia, justo cuando la puerta de la casa se abría y se cerraba de golpe. Las llaves (pero cuáles?) fueron depositadas en la credenza del pasillo y un leve pero inconfundible <click> encendía la luz principal de la sala.
Leonel escuchó todo eso, petrificado y sentado en su cómodo sillón, mientras que la luz que se colaba por la entrada del estudio le permitía ver sombras en movimiento, justo del otro lado de la pared. Los pasos que escuchó enseguida iban en dirección del estudio, pero justo antes de doblar hacia la entrada...Se detuvieron. La sombra era ahora más definida y ocultaba la mayor parte de la luz proveniente de la sala. No hubo el menor ruido durante los próximos segundos...Sólo Blondie, en el ipod...
Otro <click> y la luz se apagó. La casa quedó sumida en la oscuridad original; justo como Leonel la había encontrado cuando llegó...Y a pesar de no quitar los ojos de la entrada del estudio, de alguna forma, sus dedos consiguieron identificar el botón de reproducción de las bocinas y parar con ello la música.
¿Cuánto tiempo transcurrió Leonel en un total y absoluto silencio?, ¿cuánto tiempo transcurrió hasta que escuchó cómo se abría y se cerraba de nuevo la puerta de la casa?...¿Y por qué no había escuchado los pasos alejarse, rumbo a la puerta?...¿Se encontraría todavía, ese visitante, dentro de la casa?

Leonel se dio cuenta al instante que toda esa preparación y todo ese esfuerzo de los "saltos mentales" se había venido abajo en tan solo unos minutos; esos grandes muros de roca sólida imaginaria habían sido penetrados por alguien más; como quien rompe una hoja de papel de la forma más sencilla y natural; como el furtivo y taimado zorro que visita el gallinero de la granja, justo cuando más vulnerable se encuentra: a la mitad de la noche y cuando todo mundo duerme. Y sin embargo, Leonel estaba perfectamente despierto...¿O no lo estaba?
¿Cuáles eran los hechos?...Él había llegado y una vez dentro, cerró la puerta. Las llaves continuaban aún en el bolsillo izquierdo de su pantalón. Nadie más poseía un duplicado de las llaves de su casa. Y todo había pasado; no se había tratado de una treta mental; todo pareció muy real.
Le costaba mucho el levantarse e inspeccionar la casa; encender las luces y verificar que todo estuviera cerrado.
¿Llamar a alguien?...No valía la pena el molestarse en pensar en alguien. Conocía sólo a un puñado de personas; pero ninguno de ellos vendría a altas horas de la noche sólo para arroparlo con una frazada caliente y espantar al monstruo del closet.

"- Y si jugamos a ese divertido pero peligroso juego de la negación?..." - Se preguntó a sí mismo, y al instante, una de esas respuestas no deseadas y no solicitadas, acudió a su mente; y no precisamente para rescatarlo…

  • Puedes jugar todo lo que quieras, Leonel. Negar que todo lo que viste y escuchaste pasó…Pero ambos sabemos que pasó…
  • Tú otra vez! - se respondió Leonel a si mismo, dentro de su propia mente.
  • Así es. Yo de nuevo…Y esta vez he venido para quedarme. Te he estado observando y evaluando desde que tomaste el caso de Andrés Luna, y he decidido que bien me puedes servir como nuevo anfitrión.
  • Y si yo me rehuso…Si me niego?
  • Me temo que tú ya no puedes decidir sobre nada. Yo estoy aquí ahora para facilitarte las cosas; para decidir por ti…¿No es eso fenomenal?
  • Andrés Luna decía…Que podía verte…Según él te estaba viendo la última vez que lo interrogué; hace algunas horas. ¿Por qué no puedo verte yo?
  • ¿De verdad hace falta tanta teatralidad?
  • ¿Qué eres?
  • Tus preguntas no me reportan ninguna utilidad, de verdad…Y en todo caso, preferiría que tú mismo lo averigües. ¿No es más interesante de ese modo?…Sólo debo de anticiparte que no harás que yo me involucre en uno de esos estúpidos juegos de pistas. Yo no doy pistas ni le facilito el trabajo a nadie. Eso lo deberás tener muy claro.
  • ¿Tú entraste a mi casa y encendiste la luz de mi sala?…¿Es así como funciona esto, yo pregunto y tú respondes?
  • Leonel, Leonel…No hay reglas claras para todo, ni en esta ocasión tampoco. Yo diría que, o bien, algún desconocido acaba de irrumpir en tu casa…O te estás volviendo loco de remate. ¿Cuál opción será?
  • Déjame en paz!…Ve a atormentar a alguien más…No puedes dañarme!

Pero al instante, una sensación rara se apoderó de su cuerpo; algo que jamás había sentido en su vida…Como si una especie de corriente eléctrica recorriera sus nervios y estiraran de ellos de una forma brusca. Leonel notó que su cuerpo comenzaba a enderezarse, que posaba sus manos sobre su sillón y lentamente hacía el esfuerzo de pararse.
Era perverso y escalofriante…Él no quería pararse…Y ver cómo su cuerpo se conducía respondiendo a las órdenes de alguien más y no las suyas…Era una sensación terrible.…Leonel caminaba sin problemas por una casa en tinieblas; pasando de su estudio al pasillo principal y luego doblando a la derecha a la cocina…Resueltamente pero contra su voluntad, se dirigió a los cajones de los utensilios y extrajo un cuchillo mientras posaba su mano izquierda en la fría cubierta de granito. Un grito ahogado surgió del interior de su conciencia, pero no alcanzó a vibrar en sus propias cuerdas vocales.
Lo que sí comenzó a sentir fue un tremendo dolor luego de la propia amputación de dos de sus dedos, que yacían sobre la cubierta y a pocos milímetros de su mano.

Leonel le ordenó a su mano derecha acudir en auxilio de su mano izquierda…Pero contrario a la orden, ésta se erguía amenazadoramente sobre su pecho, portadora de un cuchillo que chorreaba de su propia sangre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario