jueves, 12 de julio de 2012

Lágrimas al Vertedero

"Tan sólo es la lluvia"...quizá es lo que diría otras veces...
Pero hoy ni siquiera los cielos azul turquesa me pueden ayudar con la mentira.
Lloro un minuto por mi y tres por todo lo demás...Lloro por toda la pena que puedo sentir y palpar y también por aquella que no se ve pero que de cualquier forma cala hondo, en los huesos y en el alma...

Lloro por lo que debiera ser, que es muchas veces lo más estúpido de todo esto: llorar por algo que no es o no ha sido hasta ahora, pero que es terriblemente difícil de soltar...Tan absurdo como un cachorro persiguiendo su propia cola; y tan disparatado como salir por la puerta por la que justo acabas de entrar. Tan perverso como suspirar y añorar las causas perdidas...Te maldices a ti mismo, por ser como eres...O porque no eres de tal forma; porque no te es posible pararte como debes; porque no eres posible de controlar ese curioso temblor de tu dedo izquierdo, o porque no puedes mirar fijamente a los ojos de otro ser humano.

Los cuervos negros surcan las alturas, trazando círculos, a ratos más amplios y a ratos mucho más cerrados. Pareciera que sólo yo soy capaz de distinguirlos y de advertir la oscura razón por la cual están ahí; flotando pacientemente sobre mi cabeza llena de desperdicios tóxicos que nadie quiso y que todo mundo fue arrojando de cuando en cuando, paulatina y sigilosamente; transformándome con ello en un pegoste horrendo y resentido con todos; apático y quejumbroso...

"Guarda tus penas y comete tu dolor"...Seca tus lágrimas con la manga de la camisa, y reza...Reza con todas tus fuerzas para que llueva; para que el diluvio enmascare aquello que sientes; para que el agua limpie tu espíritu afligido, aunque para ello tengas que exponerlo y arriesgarte a que alguien más se dé cuenta de cuan vil eres por dentro.
"Que tus lágrimas sean el camino piadoso", escucho al Párroco sincero; "Que tu llanto sea la purificación de tus pecados y de las atrocidades que has cometido en el pasado", escucho a los que observan desde arriba, ajenos a cuanto acontece, vestidos con túnicas color salmón y con sus gestos autoritarios.

Puede ser, les concedo de entrada...Pero entonces, por qué siento que todas estas lágrimas son incapaces de purificar o de enmendar nada en absoluto? Por qué siento el señalamiento acusatorio en medio de mi frente?...Por qué si me resbalo no acuden a ayudarme?...Por qué he de mentir si mis lágrimas son de sal y mi corazón yace en el fondo resquebrajado, junto a todo lo demás, pero olvidado por los presentes y los eternos?

Y sin embargo, sólo el silencio me arropa y conforta mis mundanas tribulaciones; sólo distingo sus rostros vueltos en otras direcciones; no hacia donde yo me encuentro. Sólo está lo que queda...Y lo que queda es demasiado poco.

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