lunes, 9 de julio de 2012

La "Nada" que nos resulta tan familiar


Semejante al despertar de una pesadilla visitada en otro momento; un sitio familiar pero al mismo tiempo extraño, opaco y oscuro...Como el eco siniestro que regresa a ti y que ahoga cualquier intento por moverte y escapar; que neutraliza cualquier intención de ponerte a salvo y distanciarte de aquello que te asusta...
De esa forma llegó a mi esa desoladora lucidez; esa desafortunada y terrible sensación de soledad equivocada; de vacío de conciencia y de una pérdida irreparable de identidad y definición.

Y la nada se convirtió en el único medio y en la única posibilidad. Y porque yo poseía nada, y porque no pensaba en absolutamente nada; el frío silencioso de la indiferencia de pronto se volvió cómodo para mi.
Porque después del dolor y de saberse herido de muerte...La nada se convierte en una atracción poderosa. Una vía por la que no tienes que pagar nada pues ya la tienes; una actitud caprichosa que anida en el fondo de tus pensamientos y que exige nada de esfuerzo en mantener; una emoción carente de todo porque es nada...


Y todo se volvió a transformar...
La lucidez en locura, la sórdida soledad en letras garabateadas sobre un fondo blanco sin fin; la oscuridad en luz y el viento en viento...El viento que acariciaba esas fibras minúsculas y desprovistas de cualquier atisbo de inteligencia propia...Pero interconectadas entre sí, tejiendo un complejo entramado de sentimientos y sensaciones...

Pero qué era lo que en ese momento escuchaba?...

Pulsaciones difusas, recogidas por una máquina que se negaba a recuperar su estado inicial...Los complicados bucles y algoritmos se habían mezclado de alguna forma y...No había principio ni fin. No había forma de recuperar aquello que fue...
No tanto para el olvido...No tanto a la memoria que a cualquier ser humano le gustaría conservar. No tanto para retenerlo a la fuerza.

Más pronto que un segundo; pero más lejano que diez mil leguas de camino hacia un ocaso de tintes ocres y naranjas deslavados; más carente de sentido que la espera de una llamada telefónica que jamás se producirá. Todo era igual a la nada, y la dulce contradicción se ocupó de conducir mis expectativas hasta llegado un punto en el que...Pues bien...Mi paladar se secó y mi garganta se cerró. Mis carnes desaparecieron y mis órganos se encogieron en diminutos atomos de materia evanescente, que flotaron cual arroyo de sinuosos recovecos, hacia la negrura de la misma y familiar nada.

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