miércoles, 28 de diciembre de 2011

Aprendiendo viejas mañas

Dibujaba entonces una bien formada figura femenina
O eso me hacía pensar a mi mismo...
Y me chupaba los vestigios de caramelo de uno de los dedos
Y los trazos parecían cobrar vida...Artificial, pero vida al fin
La tinta adquiría su personalidad propia
Mientras la mía parecía diluirse y transfigurarse...
Y dibujando aquellos portentosos y caprichosos esquemas,
fue cuando descubrí que los trazos realmente formaban
Los ojos color ceniza con los que soñé alguna vez;
Unos ojos que robaban cada parte y cada gramo de
la felicidad que parecía tener...


Y entonces el lienzo pareció iluminarse por patrones circulares,
Y la vista pareció funcionarme mejor
Aún y cuando la mano temblaba y en dibujar se equivocaba
Y maldecía y maldecía...
Porque todo hasta el momento me había salido tan chueco...
Tan deforme...
Y tan desprovisto de sustancia
Porque visto con buenos ojos; no con los míos,
pero sí con unos buenos...
Las pobres figuras desnudas parecían insultarme y señalarme...

Y el cocodrilo se parecía al niño del circo, y la dama barbuda
era más bien un loco dependiente detrás del mostrador de una licorería absurda;
Y los enredados diseños eran la motocicleta con ruedas de chicle,
Y las manos callosas sostenían la barbilla del frío y nervudo
comerciante de vinos del medio oriente, de cuyos oídos se derramaban
las telas que tejían 100 insectos distintos y sin bocas...
Ninguno de ellos.

Pero hasta un viejo como yo...Sabe reconocer cuando debe de parar;
de hacer un balance y detenerse en el camino, o bien, de hacerse a la mar
cuando el viento es favorable; de lanzarse en caída libre a un precipicio
desconocido o de aceptarle una taza de café a un perfecto - pero curioso -
desconocido...

No hay trucos nuevos
Lo único que hay son viejas mañas y trazos irreconocibles.

Y lo único que no hay es más café ni caramelo para vertir en él.
Vuelvo a maldecir.

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