miércoles, 14 de junio de 2017

La Corte de los Fulanos


Primero a la izquierda y luego a la derecha; movimientos rápidos y decisivos (no hace falta decirlo) que garanticen un pronto despertar; que me devuelvan a la cruda realidad pero sin gastar los $ 35 pesos de un café de la tienda de conveniencia de la esquina…”Orden” y “orden” son palabras que resuenan en el fondo de mi cabeza en movimiento, pero pareciera que alguien las hubiera pronunciado hace 4 horas pues literalmente vienen a mi arrastrándose con una parsimonia dolorosa. ¿Dónde estaba yo el día que el hombre (bendito sea) piso el suelo lunar por vez primera?, ¿dónde me encontraba aquella vez que el movimiento hippie nació?…No tengo respuesta para ninguna  de estas preguntas, pero a medida que mi tonta cabeza se despeja, voy recordando la razón por la cual fui convocado a esta locura, para la que posiblemente sí tenga una que otra respuesta.

  • “Orden, orden!…” - Y los rudos martillazos sonaron sobre la mesa alta de caoba, pidiendo la atención, el silencio y la mesura de los presentes.
  • Señores!…Por favor, así no vamos a solucionar nada. Ocupen todos sus lugares…Señor Cachuchas, sírvase por favor pasar al centro del salón para explicarnos la situación con todo el lujo de detalle que los caballeros integrantes de esta honorable Corte le pedimos y exigimos, y por piedad, que la señora del Tejuino regrese más tarde, cuando hayamos concluido nuestro trabajo aquí…Gracias.

Yo soy el Señor Cachuchas…Y créanme; no estoy orgulloso de tal sobrenombre. Es más: lo detesto, pero entre más pancho hago, más y más me lo repiten en la cara. No es algo agradable, sobre todo siendo el “honorable” Secretario en funciones; hermano de Nacho el Tesorero y primo de Juanga el Encargado de Acuerdos y Minutas…Y estar amarrado a tales circunstancias y vicisitudes, es como una cereza podrida en la fruta de mi desayuno; como salir de casa con todo el ánimo súper arriba e inadvertidamente pisar el excremento de un ser vivo sobre la banqueta y estar usando aquellos zapatos caros que no compraste en el tianguis de la colonia. En fin, así de nefasto se siente.
Estaba a punto de comenzar a narrar los hechos que originaron la acalorada discusión cuando advertí que alguien le cuchicheaba algo al Juez Tiodoro (sí, una vez tuve su acta de nacimiento en mis manos, y efectivamente así aparecía registrado, pero faltaría a la verdad si dijera que he escuchado risas cuando alguien lo llama por su nombre), y ese que estaba con el Juez era alguien a quien no conocía; un tipo estirado y de ropas decentes pero de greñas ridículamente en punta…La conversación sólo se prolongo por un minuto más y enseguida el Juez me indicó que podía iniciar.

  • Muy bien, procedo a exponer el problema…Señores…Señorita Rutilia…Amables prestanombres, financiadores, cobradores, comerciantes e invitados…
  • Al grano, Cachuchas!…Al grano!
  • Sí, por supuesto…El pasado 12 de Junio se presentó un conflicto en el tianguis de la calle 40. La Señorita Rutilia, aquí presente nos reportó que un comerciante se estableció indebidamente a las afueras de su domicilio, obstruyendo la entrada y salida de su cochera. Etiquetamos las fotografías que tomó la misma Señorita Rutilia como la “Evidencia A”, y que obran en su poder en estos momentos, Señor Juez…En el celular del hijo de la demandante…Y….no lo encienda en este momento, Su Señoría, ya que no le queda mucha batería. Ahora bien, el comerciante nos indicó que él había pagado todos los permisos y derechos, y que el representante del tianguis se sirvió en otorgarle el lugar que se encuentra en disputa…Por ello…
  • Falso!…Yo no le indiqué que se pusiera ahí. A ese tipo no le gustó el lugar que le dimos y por su propia iniciativa fue a establecerse afuera de la casa de la Señorita - Reclamó el que se había identificado como representante del tianguis.
  • Mentira!…Aquí tengo conmigo el recibo y el croquis con la ubicación que me asignaron!
  • Señor Juez, ya revisamos los papeles que trae el comerciante y son totalmente apócrifos; copias alteradas que no tienen validez alguna.

Y con ello, la discusión volvió a encenderse. El comerciante alegando que había hecho todo el tramite como era requerido, y el representante alegando falsedad de documentos. Sinceramente a mi poco me importaba quien tuviera la razón pues ya sabía cuál era la única forma en que aquel conflicto se resolvería: lo ganaría quien tuviera más dinero; o poder de “convencimiento”, si quieren llamarlo así. ¿Pero cómo lo resolvería el gran Juez?…Eso era lo único que impedía realmente que me suicidara por aburrimiento.

  • Orden, orden!…Basta de discusiones!…Por favor, le dije a la Señora del Tejuino que debía marcharse de momento!
  • Su Señoría, la Señora Aldama es la madre del comerciante y se encuentra presente para apoyar a su hijo.
  • ¿Y su hijo no puede defenderse por si solo?…Que nadie me conteste!…Ahora, Señor Tesorero, ¿tenemos documentos de los pagos realizados por el comerciante?
  • Su Señoría, quedó asentado en el acta que el comerciante nos pagó en especie.
  • ¿Qué?!…No me diga que tenemos una despensa guardada en la sala adjunta!…¿La tenemos?
  • No, su Señoría…Sólo tenemos una bolsa de DVDs piratas. El comerciante se dedica a la venta de películas y series.
  • Pero qué…?…Eso lo decide todo!, retiren de mi vista a ese hombre y nieguen todo permiso que vuelva a solicitar; es más…Confisquenle toda la mercancía como indemnización y pago de gastos administrativos!
  • Su Señoría…No querrá decir que venderemos mercancía pirata para…
  • Claro que no, por Dios, Nacho!…Yo sólo…
  • ¿Podría acercarme para hablar, Su Señoría?…- La madre del comerciante había dejado su carrito del Tejuino y se dirigía con paso tímido pero continuo hacia el centro del salón; regresando la mirada a todas aquellas caras y rostros enojados que a su vez la seguían y se preguntaban “¿cómo era posible?…¿por qué el juez va a permitirle hablar y defender lo indefendible?…¿en cuánto dará el vaso grande de Tejuino?…”
  • A ver, Señora…Está bien, pase…Pero dese prisa, por favor!
  • Amables Señores de la Corte…Mi hijo ha hecho todo esto con las mejores intenciones; él sólo quiere ganarse la vida de forma honesta…
  • Vende pirata, por Dios Santo!…(Se dejó escuchar una voz al final del salón)
  • Mi hijo…Tiene la ilusión de llevar alegría…Y diversión a las casas de todos los aquí presentes; ¿lo pueden ver?…¿Lo pueden culpar por querer entretener a sus familias? El compró sus quemadores de disco con mucho entusiasmo, y todos en la casa le cooperamos, porque vimos su intención con claridad; porque vimos la dedicación grabada en sus ojos, y claro, porque vimos que había oferta en los paquetes de discos…Señores!…¿Es así como se frena el espíritu emprendedor de nuestros jóvenes?…
  • ¿Cuántos años tiene su hijo, Señora?
  • 45…Pero él tiene la pasión y la energía de un chamaco!…Su Señoría, le suplico…Le ruego…Que no le corte las alas a esta blanca e inocente paloma que recién sale al mundo, desplegando sus alas y arrojándose al vacío con una valentía y un espíritu jovial que muchos envidiarían tener.

A final de cuentas, me parece que la justicia se hizo para todos: el “jóven” comerciante accedió a moverse cuando la Señorita Rutilia dispusiera salir o entrar a su cochera; y todos vimos el noble propósito de dicho comerciante, y estuvimos de acuerdo en que sus mercancías eran muy necesarias en los hogares de nuestra comunidad…En especial el Señor Juez…
Lo único que me quedó sin resolver…Fue la identidad de aquel tipo de pelos en punta que se había acercado a platicar con Tiodoro. ¿Qué se habrán dicho?…¿Quién era?…


Creo que lo tendré que descubrir más adelante.

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