lunes, 20 de febrero de 2017

Nibiru - Parte 4

El día de hoy no abrí la florería. Simplemente no me podía levantar de la cama; mi ánimo y escasa vitalidad se encontraban a nivel del suelo, conviviendo con las hormigas y con los demás insectos de la casa - debo de admitir que no he hecho mucha limpieza últimamente, y por ello creo que la población de insectos debe de estarla pasando muy bien. La gripa que me tiene así es como la enfermedad de la comunidad, pues varios de mis vecinos y conocidos la pescaron también. Me entero gracias a Rosa, la chica que me ayuda con las labores domesticas…Sí, apuesto a que todos conocemos a una Rosa que se dedica a esta clase de cosas, pero justo ahora no me siento con el humor para rebatir el cliché; soy parte de él.

El mundo está ardiendo; está enfermo, con desastres, accidentes y revoluciones sociales a la orden del día; convulsionando desde su mismo centro; marchitándose segundo a segundo, mientras nuestra especie saca lo peor a relucir, como fieras agrediéndose unas a otras dentro de una balsa que hace agua. ¿No saben que dentro de unos instantes estarán durmiendo con los peces? ¿Acaso no olfatean el terrible olor a muerte que está ya encima y que los abraza como una madre amorosa lo haría con sus cachorros? No sé si la muerte abrace de esa forma…El pensarlo sólo hace que me den escalofríos.
Pero me imagino cómo piensan los demás…Seguramente se dicen a sí mismos: “¿Qué diablos?…Si me voy a ir al agujero, otros se irán conmigo!…O antes que yo!”.

Como decía…En nuestra localidad nos disponíamos cómodamente (quizá no tanto) a extinguirnos gracias a una simple y estúpida gripa…Y yo imaginaba cómo nuestros cadáveres eran empujados con enormes palas hacia profundos agujeros en la tierra; a manera de fosas comunes; por una serie de individuos enfundados en gruesos trajes amarillos y con raras mascarillas cubriéndoles el rostro. Yo estaba en una de esas 1000 bolsas negras; sin ni siquiera un número que me identificara; siendo parte de un triste montón de cuerpos a los que se debía enterrar para evitar mayores contagios.
Sólo espero que este resfriado grupal termine pronto…De verdad…Pues tengo cosas qué hacer; Rosa no se puede hacer cargo de mi negocio mientras no estoy yo…Diablos, no sé si vaya a tener negocio el día de mañana, por como están las cosas.

En la televisión, el presidente decía justamente que las fuerzas del orden estaban resguardando las calles y que definitivamente no iban a permitir más saqueos a los almacenes y tiendas de auto servicio. Hacía un llamado a la población a no caer en pánico y continuar con sus vidas; con sus trabajos y demás actividades…O sea, ¿qué?…¿En qué planeta está viviendo este tipo?
Obviamente no en el que yo y la mayoría de la gente medio vivimos hoy día, y que se está yendo al carajo muy rápido. ¿Por qué?, es algo que todos nos preguntamos; algo que nadie te puede contestar o que algunos han aprovechado para dar a conocer sus teorías favoritas del fin del mundo, como aquel tipo raro que conocí hace algunos días en la cafetería del Señor Prasad…Un tal Vasily…Vasily Chekov.

En mi cama me acompañaba mi kit indispensable de supervivencia: una caja de pañuelos; tres latas de refresco (dos terminadas ya y una en pleno proceso de vaciado); una bolsa grande de frituras; dos periódicos de circulación nacional y uno local; mi iPod; un radio que justo había comprado la semana pasada y que ahora sintonizaba para estar al tanto de los foros de discusión y de las noticias que brindaban agencias no gubernamentales. Me interesaba conocer lo que tenían qué decir los medios no oficiales acerca de todo lo que acontecía…En poco tiempo logré identificar que las cifras ofrecidas por el Gobierno eran sustancialmente menores a las que informaban los medios libres. Era de esperarse, claro. La cúpula del poder intentaba minimizar los hechos y tratar de evitar el pánico, pero esto era ya imposible…Sobre todo ante la dimensión de los acontecimientos.

Cambié el canal de la tele para sintonizar al NBC News de las 12:00, porque quería seguir enterándome de los últimos desastres en el mundo. Así de patética, solitaria y mórbida era mi existencia…Aunque en mi defensa puedo argumentar que yo sólo temía por la gente; por todos…No me importaba mucho que todas las bolsas del mundo se desplomaran o que un loco multimillonario se quitara la vida luego de asesinar a su familia, o que saquearan tal o cual almacén…Me preocupaba por la gente como yo; por aquellos que no tenían nada…Y los que tenían menos.

Fue cuando escuché unos pasos en la escalera. Se dirigían a la planta superior; justo donde me encontraba, pero…Era más de una persona. ¿Habría traído Rosa al técnico que repararía el horno de la cocina?…Recuerda!…¿Qué le habías pedido a Rosa?
La puerta se abrió entonces, pero quien entró en ese momento…Realmente no era a quien esperaba. Tres hombres desconocidos aguardaban en la entrada de mi habitación! El más alto, de gafas oscuras y barba poblada, se adelantó a los otros y se acercó más hacia mi.
  • ¿Quienes son ustedes?…¿Rosa los dejó entrar?
  • Señora Barnes!, un placer - dijo el de la barba - y acto seguido, se quitó las gafas y las arrojó a la cama. Tenía los ojos rojos y locos…¿Cómo sé que estaban locos? Llámenlo sexto sentido, qué se yo?…Los otros dos sujetos no se movían, aunque me pude percatar que uno de ellos iba cargando un maletín oscuro. Todos ellos llevaban gafas oscuras también. El primero que habló continuó:
  • Ssssí…Nos topamos con la señorita que menciona. Verá, no queremos hacerle daño. Le prometo que no la lastimaremos en lo absoluto. Lo único que queremos de usted es información…
  • Déjeme adivinar: también buscan al Señor Chamberlain, ¿no?…Temo que han venido con la persona incorrecta. Sólo he hablado con él una vez en la vida y no tengo idea donde se encuentre…Cierre por favor la puerta cuando se marche, y…Y no se robe nada!
  • Me temo que eso no me sirve mucho. Verá, la gente para quien trabajo me ha pedido que me lleve algo que usted posee…
  • ¿Para quién trabaja?…¿Para Vasily Chekov?
  • No importa para quien trabaje…Pero ellos, mis empleadores me han informado que usted compró un libro específico…Oiga, yo también me sorprendí como usted…Un estúpido libro?…¿Qué tiene de especial?, pregunté…Pero no me quisieron dar más detalles; sólo que usted lo tiene y ellos lo quieren ahora.
  • ¿En serio están tan desesperados por un simple libro? Les puedo dar el nombre - aunque supongo que ustedes ya lo tienen - y pueden ir a comprarlo a cualquier librería o pedirlo por Amazon, por amor de Dios!
  • Me temo que quieren el que tiene usted…
  • ¿Por qué?, no recuerdo que tuviera dedicatoria del autor o algo en especial.
  • Mire, sólo deme el libro y nos vamos. No más preguntas, no más condiciones. Ya no nos verá por aquí, se lo prometo…Más o menos.
  • No sé por qué debo de creerle. Son el trío de desalmados más sospechoso que me ha visitado jamás, pero no les tengo miedo…Aunque volteen la casa de abajo hacia arriba no encontrarán el dichoso libro. Se los prometo!
El tipo de barba alto miró entonces a los otros dos rufianes y le dijo con una mueca desagradable al que traía el maletín:
  • Inyéctala…
  • ¿Qué?…¿Qué me quieren hacer?, ¿inyectarme qué? No tengo el libro aquí!…No les diré nada!
  • Tranquila, Señora…No sentirá mas que mareos ocasionales, y una imperiosa necesidad por decirnos lo que queremos…
El otro tipo puso el maletín sobre la cama y lo abrió. Lo primero que extrajo fue una cajita  metálica y rectangular de color negro. Dentro de ella se encontraba una jeringa ya preparada…No hace falta decir que el giro que estaban tomando las cosas me alarmaba y espantaba. Los sujetos se preparaban para inyectarme algo…Lo que siguió después fue un poco “nebuloso”. Recuerdo haberme incorporado y tirado el cobertor a un lado; la lata de refresco se derramó y algunas de las cosas que tenía conmigo fueron a dar al suelo. Creo que uno de los tipos se lanzó a la cama para tratar de agarrarme pero no me alcanzó. El que sí me agarró, sin embargo, fue el tipo alto y de barba, pues al instante se plantó frente a mi y me tomó de los brazos.
Luego de forcejear unos instantes, sentí un piquete en el brazo izquierdo y al momento, me tiraron a la cama. La impotencia que sentía era lo que más me dolía, porque era consciente que ellos podían hacer conmigo lo que quisieran…En eso, uno de los otros dos tipos comentó:
  • Jefe, la Señora estuvo medicándose…No sabemos qué reacción va a tener con esta droga…
  • No importa. Nos dirá lo que queremos. Marlon, echa un vistazo en la habitación…Tal vez encuentres ese libro primero. ¿En cuánto tiempo estará lista? - Le preguntó al primero.
  • En un par de minutos, Jefe.
¿Qué podía hacer?…Estaba claro que no iba a poder ir a ninguna parte…Y que ahora estaba a merced de estos delincuentes. No tenía ningún arma conmigo y no se me ocurría cómo podría defenderme ahora, drogada con quien sabe qué sustancia corriendo por mis venas, galopando sobre mis glóbulos rojos como yegua desbocada…Mi cabeza comenzaba a dar vueltas…¿O era la habitación que giraba en torno a mi?
Me recosté totalmente y me aferré de donde pude…La cosa se ponía cada vez más vertiginosa…
  • Creo que la droga ya está trabajando. En unos instantes ya podrás preguntarle lo que quieras.
  • Lo único que quiero es ese maldito libro y largarme de este mugrero!
  • ¿Qué…Q-qué me d…Qué me dddieeeeeroon?
  • Le repito, Señora…Sooooolooooo queeeereeeeemooooooooos el librooooooooo…
Las palabras parecían entrar muy lento, y a veces, a trompicones y apretadas. Sentía mi lengua adormecida y con vida propia; la sentía moverse de un lado a otro dentro de mi boca, pero…Yo no quería decir realmente nada. Parecía crecer y crecer…Hacerse más grande, hasta que sentí que no podía contenerla y abrí la boca todo lo que pude, y vi surgir entonces a una especie de serpiente de lengua bífida que se revolvía ante mi a medida que iba creciendo colosalmente. Al momento se enroscó en uno de los sujetos, pero luego me di cuenta que el tipo no era un hombre, sino una especie de piedra oscura tallada, con ojos y boca pintarrajeados en la superficie y sentía que esa piedra me miraba fija y espantosamente,  y de la roca provino un grito gutural que se elevó y me  golpeó de lleno las membranas auditivas: “Librooooooo….Yaaaaa”.
Creo que hice por cubrirme los oídos, pero mis manos eran como dos plumeros - como los que empleaba Rosa para sacudir el polvo de los estantes - pero las plumas se les caían por montones cada vez que las movía; plumas multicolores y de todos los tamaños y formas; parecidas a las de aquellos pájaros exóticos de mi enciclopedia del reino animal que tanto atesoraba.
Las plumas caían y caían, pintando la cama de tonalidades preciosas, que parecían mezclarse y formar colores imposibles…Y estaba ese grito que seguía lacerándome los oídos; se repetía una y otra vez, primero en tonos graves y luego en agudos y estridentes. La roca seguía mirándome y mi serpiente…Es decir, mi lengua, la seguía envolviendo y apretando…Y sentía la temperatura de aquella piedra…Muy fría; helada como un pedazo de hielo…

Creo que comencé a ver pequeñas luces flotantes aquí y allá, aunque ocasionalmente algunas cobraban mayor intensidad y como que se acercaban más a mi, pero así como venían, se marchaban. Y en tal delirio veía cómo las cosas flotaban por todas partes; tanto cosas que yo conocía como otras que no: plumas impulsadas por su chorro de tinta; latas de refresco que se desintegraban o que se aplastaban hasta formar laminas extra delgadas; motas de polvo gigantescas y pequeños conitos de colores naranja que no modificaban su forma o tamaño, pero que se iban ensamblando unos a otros, sin que esto diera lugar a un cono mayor o a una pila de conos…Creo que se fusionaban y los dos conitos se convertían en uno realmente.

No sé como pero mi visión se fue modificando y estirando, y conscientemente llegué a pensar que veía como algunas aves; como los pericos y las guacamayas, que pueden ver en un ángulo muy abierto y a cualquiera de los dos lados de uno mismo…En un ojo veía como un monigote indefinido se movía de un lado a otro, pero lo veía a contraluz, de manera que no supe quién era; al fondo, la ventana de mi habitación totalmente abierta dejaba escapar toda clase de cosas hacia el exterior; y en el otro ojo veía como cientos y miles de arañitas trepaban por mi librero hasta llegar al techo, y que continuaban y se dispersaban por toda la habitación. Muchas de ellas salieron volando por la ventana, al otro lado. Recuerdo haber pensado: “No dejen que se vayan. No las arañas…Deben detenerlas”. Recuerdo haber sentido mucho frío y que la serpiente (lengua) me picaba dolorosamente. “A qué vienen?, ¿por qué están aquí?…Hay muchas motas de polvo…Mi lengua cobró vida y ahora se aferra a una roca que me odia y me desdeña…¿Por qué?…”.

“No nooooos diraaaa nnnnnn…nnnnn….nnnnnnnaaadddaaaaaa….”, escuchaba que decían, pero la roca frente a mi seguía gritando lo mismo, una y otra vez; alto y bajo. Luego otras palabras comenzaron a llegar, como zumbidos de mosquito: “Droooogaaaaa”…”Se muuueeeeereeeeeee”…”Hazzzzz….Hazzzz”.
Y en un momento dado me puse a manotear de forma frenética pues los plumeros se movían ansiosamente y las plumas comenzaron a volar por todas partes también; y los zumbidos comenzaron a ser más estridentes…No supe más de mi. No recuerdo nada más a partir de entonces; sólo unas pocas cosas.
Se vino la oscuridad y no pude ver ni escuchar nada, pero me sentía despierta y consciente; hasta que esa negrura se fue difuminando lentamente, y las formas y colores del mundo real volvieron a tomar el lugar que les correspondía.
Yo cerraba los ojos porque la luz me dolía, o comenzaba a dolerme, y llego a tal grado que fue intolerable después. Preferí permanecer en la oscuridad, pensando en que de algún modo, mi cuerpo volvería a tolerar y a…aceptar la luz.

Para mi fortuna, ese momento llegó, y mis ojos tardaron en adaptarse nuevamente. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero me vi en mi habitación, sin arañas ni motas de polvo gigantes…Ni serpientes saliendo de mi boca…Y yo me encontraba recostada en mi cama…Giré mi cabeza en lo que sentí como un esfuerzo descomunal y…Lo vi sentado ahí y sonriéndome.

Vasily Chekov se encontraba sentado en mi cama.

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